sábado, 9 de septiembre de 2017

ESTE MUNDO NUESTRO
Salgo de casa a la parroquia, voy y vuelvo, subo al campo a  cuidar un trozo de tierra que cultivo y dicho sea de paso, cada vez con mas dificultad porque ya el cuerpo se va resistiendo al esfuerzo; voy y vengo, veo la televisión, oigo y leo las noticias, etc. etc. lo que se podría llamar una vida normal, eso no impide que piense e imagino que como yo, la gran mayoría de las personas que habitamos nuestro planeta  ocupados en nuestras faenas  e intentando, cada día, sacar adelante nuestros compromisos. El tema es que  muchas veces reflexiono si no estamos dando cuenta de los derroteros que  va tomando el mundo, lo que está sucediendo.

    Me pregunto si  a la gente les toca el miedo como  lo hace conmigo, o  si seré yo un trágico pesimista. Me refiero  a ese miedo soterrado que se resiste a asomar las orejas, pero que está ahí y que me asalta por momentos. Me pregunto si es que esperamos que todo se arregle por su cuenta o que lo arreglen otros. Lo cierto es que hay una realidad tozuda que, poco a poco, se va imponiendo, que nos lleva al asombro y que es  a la vez  tan sutil, tan tenue, que nos arrastra al  peligro de habituarnos a ella, de verla como normal y no lo es. 
  Estos tiempos de crisis económica,  amenazas de guerra,  sometimiento de  los pueblos, maltratos, desconfianza de la gente sencilla  ante  los  que están en puesto de  dirección u organización de la sociedad y también la Iglesia, el desfonde de  la familia, la educación y sobre todo, ese tufillo de que todo es válido, de que no pasa nada se haga lo que se haga... y, resulta, que todo eso y mas,  terminan pasándonos factura.
A veces me da la impresión de que vivimos en una casa desordenada...  Todo revuelto, muy revuelto y parece que la misma naturaleza dice  que ya basta revelándose ante el mal trato que le hemos indo infligiendo durante mucho tiempo.

  Hay mucha gente que sufre y muere; sufrimiento y muerte que creo se pueden evitar o al menos paliar. Cada vez mas descubro que la solidaridad es algo urgente, pero no la solidaridad de sentimientos que se quedan solo en eso, ese sería un primer paso, hace falta que tomemos las riendas  y tratemos de poner orden en el caos que se ha ido  apoderando de nuestras vidas.
Se impone la  necesidad de pararnos, reflexionar, contemplar, mirar a nuestro alrededor,   darnos cuenta  donde estamos y ante lo que descubramos, tomar decisiones valientes.
José Rodríguez Díaz 

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