Como el que no quiere la cosa el mes de septiembre ha asomado su cara en nuestros almanaques y nos avisa, aunque no queramos aceptarlo, que hay que volver a lo que en su día dejamos aparcado porque, llegado el verano, era tiempo de vacaciones. Unos hemos viajado, otros no, unos han podido, por fin, leer los libros que tenían aparcados y otros se han dedicado sencillamente a no hacer nada o a ir poco a poco, poniendo orden en la casa, sobre la mesa del ordenador, mirar la tele con mas calma, ir a la playa o al campo, encuentros con amigos o con personas que no conocíamos, acudir a fiestas, pasear, etc,etc.
Reflexionaba en estos días ¿Que nos queda? ¿Que me queda de este verano? ¿ Imagenes, sensaciones, olores, amigos nuevos... etc, etc,?
Todo eso conforman un cúmulo de experiencias que estamos llamados a interiorizar de forma que nos ayuden a madurar como personas, a no ser que prefiramos que queden ahí arrinconadas de forma que el paso del tiempo hagan que desaparezcan sepultadas en el baúl del olvido.
Nuestra vida es un caminar y como caminantes, no podemos olvidar los senderos por los que hemos transitado. Todo nos debe servir para seguir adelante y pensar que siempre es tiempo de aprender, de ilusionarse, de luchar y trabajar con uno mismo, de , en definitiva, ser cada vez mas conscientes de lo que nos rodea, de nosotros mismos.
Creo que todo lo que hemos vivenciado en el verano nos puede ayudar a descubrir que el mundo no se termina en mis cuatro calles o en mi lugar de trabajo, que la riqueza de las personas no se agota en mi familia o amigos, que la sociedad no es , muchas veces, como yo la veo o me gustaría que fuese, que hay que luchar por un mundo mas humano y fraterno , aunque yo este rodeado de afectos y de gente que me quiere.
La pregunta es esta: ¿Regresamos del verano con la mochila llena de humanidad o lo que hay en ella, como caramelo a la puerta de un colegio, terminará por desaparecer? De nosotros depende.
José Rodríguez Díaz
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