A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
Lope de Vega.
Con esta rima encabeza el poeta una larga reflexión en donde va desgranado las contrariedades internas mas frecuentes que se dan en el alma humana. Hoy quiero centrarme en el tema de la soledad animado por lo que conmemoramos este primero de Octubre y que ya hemos sañalado en este mismo blog. y para lo que la rima que encabeza viene muy bien como cita. Recordamos, en este uno de octubre, a los mayores, a nuestro mayores, con todo lo que hay a la vista y lo que a ella se esconde.
En días pasado un documetal que se vio en televisión nos decía que la soledad es una de los problemas mas agudos que se está planteando en nuestra sociedad y una de las grandes preocupaciones de nuestra sanidad española.
Esta situación de soledad, cuando uno es joven, la sobrelleva mas o menos bien, porque se tiene libertad de movimientos, de entrar y salir, ir y venir, hacer amigos ocasionales o no, pero el problema, con el paso del tiempo, se va acentuando y adquiere caracteres mas serios; la soledad se quita la careta en la mayoría de edad, etapa de la vida a la que todos queremos llegar, porque nadie quiere morir y muchos menos, temprano.
Es ahí cuando casi siempre la soledad se convierte en dolor, sentimiento de angustia, abandono y pena... Y los recuerdos de un tiempo pasado que fue mejor y que ya no volverá, se convierten en martillo. Soledad que no es ni querida ni buscada, sino impuestas y para la que, en muchas de las ocasiones, no se está preparado. El reportaje que antes cite hablaba una señora que había quedado viuda, sin hijos y sin parientes cercanos, solo los vecinos; nos decía que durante el día mas o menos bien, pero que en la noche es algo muy duro, doloroso y que, con frecuencia, la almohada se humedece con lágrimas casi sin darse cuenta. Para este sector de la sociedad, silencioso, pero no por ello escaso, el problema de la soledad es acusiante y mas cuando no están capacitados, y la mayoría no lo esta, para manejarse en las redes sociales; cuando casi no son capaces de entendérselas con un móvil y mucho menos con un ordenados, cuando va faltando la vista ya no se es capaz de leer una factura o un aviso que nos llega, cuando la movilidad es reducida o nula, cuando hay que bajar de un cuarto piso sin ascensor a comprar el pan o a tirar la basura o , simplemente, salir a la calle... De esto, hay mucho, mas de lo que pensamos, se lo aseguro... y lo sabemos.
Es un sector de ciudadanos silente, que no tiene capacidad para reivindicar no ya derechos, sino atención y asistencia... Hemos de estar al tanto, al loro, como se suele decir, porque están ahí, quizá puerta con puerta, en nuestro bloque, sufriendo y pasando penas; pared con pared... lo mas triste es que nosotros, en muchas de las ocasiones, no nos enteramos o, si nos enteramos, no podemos atenderles porque no tenemos tiempo, nos decimos
Los seguidores de Jesús, sobre todo desde las parroquias, hemos de estar atentos a esta nueva forma de pobreza y de marginación que tan callada se va generalizando cada vez mas en nuestra sociedad. No podemos pasar de largo; como en la parábola del Samaritanos, hay que pararse y tratar de curar heridas, aliviar penas y consolar desconsuelos.
José Rodríguez Díaz
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
Lope de Vega.
Con esta rima encabeza el poeta una larga reflexión en donde va desgranado las contrariedades internas mas frecuentes que se dan en el alma humana. Hoy quiero centrarme en el tema de la soledad animado por lo que conmemoramos este primero de Octubre y que ya hemos sañalado en este mismo blog. y para lo que la rima que encabeza viene muy bien como cita. Recordamos, en este uno de octubre, a los mayores, a nuestro mayores, con todo lo que hay a la vista y lo que a ella se esconde.
En días pasado un documetal que se vio en televisión nos decía que la soledad es una de los problemas mas agudos que se está planteando en nuestra sociedad y una de las grandes preocupaciones de nuestra sanidad española.
Esta situación de soledad, cuando uno es joven, la sobrelleva mas o menos bien, porque se tiene libertad de movimientos, de entrar y salir, ir y venir, hacer amigos ocasionales o no, pero el problema, con el paso del tiempo, se va acentuando y adquiere caracteres mas serios; la soledad se quita la careta en la mayoría de edad, etapa de la vida a la que todos queremos llegar, porque nadie quiere morir y muchos menos, temprano.
Es ahí cuando casi siempre la soledad se convierte en dolor, sentimiento de angustia, abandono y pena... Y los recuerdos de un tiempo pasado que fue mejor y que ya no volverá, se convierten en martillo. Soledad que no es ni querida ni buscada, sino impuestas y para la que, en muchas de las ocasiones, no se está preparado. El reportaje que antes cite hablaba una señora que había quedado viuda, sin hijos y sin parientes cercanos, solo los vecinos; nos decía que durante el día mas o menos bien, pero que en la noche es algo muy duro, doloroso y que, con frecuencia, la almohada se humedece con lágrimas casi sin darse cuenta. Para este sector de la sociedad, silencioso, pero no por ello escaso, el problema de la soledad es acusiante y mas cuando no están capacitados, y la mayoría no lo esta, para manejarse en las redes sociales; cuando casi no son capaces de entendérselas con un móvil y mucho menos con un ordenados, cuando va faltando la vista ya no se es capaz de leer una factura o un aviso que nos llega, cuando la movilidad es reducida o nula, cuando hay que bajar de un cuarto piso sin ascensor a comprar el pan o a tirar la basura o , simplemente, salir a la calle... De esto, hay mucho, mas de lo que pensamos, se lo aseguro... y lo sabemos.
Es un sector de ciudadanos silente, que no tiene capacidad para reivindicar no ya derechos, sino atención y asistencia... Hemos de estar al tanto, al loro, como se suele decir, porque están ahí, quizá puerta con puerta, en nuestro bloque, sufriendo y pasando penas; pared con pared... lo mas triste es que nosotros, en muchas de las ocasiones, no nos enteramos o, si nos enteramos, no podemos atenderles porque no tenemos tiempo, nos decimos
Los seguidores de Jesús, sobre todo desde las parroquias, hemos de estar atentos a esta nueva forma de pobreza y de marginación que tan callada se va generalizando cada vez mas en nuestra sociedad. No podemos pasar de largo; como en la parábola del Samaritanos, hay que pararse y tratar de curar heridas, aliviar penas y consolar desconsuelos.
José Rodríguez Díaz
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