sábado, 24 de diciembre de 2016

¿Cuál es el origen del Belén?

 Estamos en Navidad, y cómo ocurre siempre por estas fechas, las casas están decoradas con el árbol,  las coronas, flores de pascua… a veces casi un horror vacui solo comparado con los escaparates chinos. Pero, una cosa nunca puede faltar: el Belén. Tanto mayores como pequeños disfrutan colocando las figuritas y los escenarios, ya sea de manera protocolaria o de una más informal, con coches, monster high, playmobil 

 
Pero el Belén no es un invento nuevo consumista de los centros comerciales ni de lugares de más allá del charco, sino que es una tradición puramente europea cuyos primeros indicios se remontan a los escritos de San Jerónimo en los siglo IV, dejando referencia de la veneración que se tenía en Belén al supuesto pesebre donde el Mesías descansó los primeros días tras su nacimiento.
 Será en el siglo V cuando aparezcan en Roma los restos de dicho pesebrede la gruta de Belén, escenografía realizada en la Iglesia de Santa María ad Praesepis.A partir de estos momentos comienzan las representaciones teatrales dentro del templo con fin catequético que perdurarán durante casi toda la Edad Media, uno de los temas de mayor representación es la Natividad pues hay que explicar a los fieles la llegada del Mesías.
, y se generará entorno a esta relíquia una reproducción de la gruta de Belén, escenografía realizada en la Iglesia de Santa María ad Praesepis.

Sin embargo, la tradición, considera a San Francisco como el verdadero propulsor del Belén por realizar en la noche del 24 de diciembre de 1223 la representación de la Natividad en un región de la Toscana, más conocida por la magnificencia del hecho que allí aconteció, el milagro del Presepe di Greccio, por el cuál, desde 1986, San Francisco es considerado el patrón universal del Belén.

Durante los siglo XIV y XV, las iglesias italianas se llenan de belenes, y la tradición se expande por el resto de Europa. A España llega la tradición gracias a la orden franciscana  e inmediatamente, artistas de primera fila, como Montañés o Luisa Roldán “La Roldana”, comienzan a realizar belenes con el fin de adornar en los días navideños, los hogares de pudientes y de centros religiosos. Van a tener un valor excepcional como demuestran los inventarios de la época, como es el caso del testamento de Lope de Vega, que deja su adorado Belén, de gran valor material, a su hija.
 A lo largo de los siglos XVII y XVIII, pero, sobretodo durante el reinado de Carlos III la tradición se consolida. Mientras ocupó el trono de Nápoles (1734-59) los Belenes napolitanos tomaron un papel principal en el marco artístico, se caracterizan por el verismo y el detallismo con el que están realizados, con una simbiosis de escenas tradicionales, como la Adoración de los Magos, el Anuncio a los Pastores,… con escenas cotidianas como la taberna, el mercado, músicos, saltimbanquis,… Todo ello genera una atmósfera teatral innovadora y que eclosiona con gran éxito.


Carlos III llega a España en 1759 y trajo consigo el arte del belenismo napolitano, de manera que esta tradición de “montar el Belén”, se fue extendiendo primero a los palacios nobiliarios y, poco a poco, a los hogares del pueblo llano, generando un nuevo campo artístico en donde escultores con renombre van a realizar obras preciosistas, entre los cuales podemos destacar al murciano de origen italiano, Francisco Salzillo.
Desde el siglo XVIII hasta la actualidad, ha cambiado la moda, las formas y el estilismo de las figuras que componen el Belén, pero lo importante, la esencia, y la función por el cual fue realizado en su origen se mantiene. El objetivo es conmemorar la Natividad, el nacimiento del Mesías, que con el paso del tiempo ha pasado a ser una parte de nuestro folklore  donde se aúna la tradición, la riqueza, el ornato y figurantes descontextualizados, pero nunca sin olvidar la devoción.
 Irene Palancar Raboso



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