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«Y este testimonio provisorio, pero seguro, firme, aquella llama que no
se ha dejado apagar por el viento de la vanidad, aquella voz que no se
dejó disminuir por la fuerza del orgullo, se vuelve siempre uno que
indica al otro y abre la puerta al otro testimonio, el del Padre, el que
Jesús dice hoy: ’Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de
Juan, es el del Padre’. Y se oye la voz del Padre: ‘Éste es mi Hijo’.
Fue Juan el que abrió esta puerta. ¡Es grande este Juan, siempre se hace
de lado»
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«Pidamos la gracia del coraje apostólico de decir siempre las cosas con
verdad, del amor pastoral, de recibir a la gente con lo poco que puede
dar, de dar el primer paso. Dios hará lo demás. Y también la gracia de
dudar. Muchas veces, tal vez al final de la vida, uno se puede
preguntar: “¿Todo esto es verdad o todo en lo que he creído es una
fantasía?” La tentación contra la fe, contra el Señor»
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«Y la alegría más bella de la Navidad es aquella alegría interior de
paz: el Señor ha cancelado mis pecados, el Señor me ha perdonado, el
Señor ha tenido misericordia de mí, ha venido a salvarme. Esta es la
alegría de la Navidad… Estamos llamados, ante el misterio del Niño Dios
en Belén, a darnos cuenta de esta urgencia y a colaborar a la venida del
Reino de Dios, que es luz y que debe llegar a todos. Como el mensajero
sobre los montes, también nosotros tenemos que correr para llevar la
buena noticia de la cercanía de Dios a una humanidad que no puede
esperar, y que tiene sed de justicia, de verdad y de paz»
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