miércoles, 7 de diciembre de 2016

OCHO DE DICIEMBRE.
 Luc. 1,26-38
   LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE     
   SANTA MARÍA VIRGEN.

                 SABER ESPERAR

Hay una canción en el cancionero religioso que dice: " Santa María de la esperanza, mantén el ritmo de nuestra espera". Y a eso y no a otra cosa, me lleva la celebración de la fiesta de la Inmaculada en pleno  adviento. La esperanza es lo que mantiene en pie  a muchos hombre y mujeres que nos toca vivir estos tiempos donde la desconfianza desesperanzada  camina a nuestro lado. 
  A toda la Iglesia esta fiesta nos debe llevar a pensar en la misericordia de Dios que  escoge a una de las nuestras para hacerse nuestro en Jesús. Esta es "la llena de gracia", como  la saluda el ángel, la que ha sido concebida sin pecado en virtud y por los méritos para lo que estaba predestinada. Esa elección, no anula su voluntad y hace falta que colabore, diga si y se fíe de  lo que se le dice: "Se llamará Hijo de Dios"  y la coda final que da sentido  a todo lo anterior: " porque para Dios nada hay imposible". Y Dios lo quiere.
La respuesta afirmativa de María abre una nueva era en la historia de la relación de Dios con los hombres, que ya anteriormente ha sido buscada y preparada  desde los entresijos de la historia y es ahí donde debemos anclar nuestra esperanza. Dios  no juega a los dados, Dios sabe lo que quiere y prepara caminos de encuentro. Nos toca a nosotros estar dispuestos y con los ojos bien abiertos  ante los acontecimientos del mundo para descubrir su actuar tan mezclado con las decisiones que nosotros tomamos y que a veces nos cuesta  identificarlas.  Necesitamos humildad y vaciamiento de nosotros mismos, de todo lo que  impide o empaña su presencia, su acción. Dios presente siempre actúa y el Dios que actúa siempre está presente, aunque a nosotros nos parezca otra cosa  o lo vengamos a descubrir en un momento concreto. El ya viene haciendo y preparando desde hace tiempo, eso que nosotros descubrimos  ahora.
Esta experiencia, esta certeza, que brota de la comprensión del actuar de Dios es la que  lleva a María llena de confianza a exclamar en el Magnificat, como oración propia: " Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador" 
  Brota de sus labios, de su alma. La oración, toda oración,  no es solo de quien la siente y la pronuncia, sino de todos los que en una misma sintonía comparten fe, confianza y esperanza.
Así nosotros. Con Ella estamos llamados  a vivir  en la  búsqueda y comprensión del Dios que actúa de generación en generación en favor de su pueblo para siempre, como ella misma exclama.
Así la Iglesia, pueblo de Dios.
¡¡FELIZ DÍA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN!!



 

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