sábado, 10 de diciembre de 2016

 Papa Francisco en homilía en Santa Marta: «Que los sacerdotes sean mediadores del amor de Dios y no intermediarios»

* «El mediador, en cambio, se pierde a sí mismo para unir a las partes, da la vida, a sí mismo, el precio es ese: su propia vida, paga con su propia vida, su propio cansancio, su propio trabajo, tantas cosas – en este caso el párroco – para unir a la grey, para unir a la gente, para llevarla hacia Jesús. La lógica de Jesús como mediador es la lógica de aniquilarse a sí mismo. San Pablo en la Carta a los Filipenses es claro sobre esto: ‘Se aniquiló a sí mismo, se despojó de sí mismo’ pero para hacer esta unión, hasta la muerte, muerte de cruz. Esa es la lógica: despojarse, aniquilarse»


2ª predicación de Adviento ante el Papa del P. Raniero Cantalamessa: “El discernimiento: poner a la prueba las inspiraciones para saber si provienen de Dios”

“Nosotros no tenemos que emprender nada si no es el Espíritu Santo quien nos mueve, o sin haberlo consultado antes de cada acción. Tenemos el ejemplo más luminoso en la vida misma de Jesús. Él no inicia nunca nada sin el Espíritu Santo. Con el Espíritu Santo anduvo por el desierto; con la potencia del Espíritu Santo volvió e inició su predicación; “en el Espíritu Santo” eligió a sus apóstoles (cf Hch 1,2); en el Espíritu Santo rezó y se ofreció él mismo al Padre (cf. Heb 9, 14)”



Papa Francisco en la Audiencia General: «Tener esperanza porque Dios camina conmigo, me lleva de la mano. ¡Dios no nos deja solos!»

* «Son los pequeños, hechos grandes por su fe, los que saben continuar esperando. Y la esperanza es una virtud de los pequeños. Los grandes, los satisfechos no conocen la esperanza; no saben qué cosa es. Son ellos, los pequeños con Dios, con Jesús los que transforman el desierto del exilio, de la soledad desesperada, del sufrimiento, en un camino llano sobre el cual caminar para ir al encuentro de la gloria del Señor. ¡Dejémonos enseñar la esperanza! Esperemos confiados la llegada del Señor, y cualquiera que sea el desierto de nuestras vidas y cada uno sabe en qué desierto camina, se convertirá en un jardín florido. ¡La esperanza no defrauda!»

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