sábado, 14 de enero de 2017

LA PALABRA DEL DOMINGO

SEGUNDO  DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
Jun.1,29-34

" AQUEL SOBRE QUIEN  VEAS BAJAR EL ESPÍRITU..."

No es suficiente, para que se valla realizando el proyecto que Dios  tiene para con todos nosotros, que sea querido por El, ha de ser también asumido por el hombre, que es  su beneficiario.
Es necesario el consorcio del hombre, su libertad liberada y puesta a disposición de dicha obra. Cuando el hombre muestra su apertura, su docilidad, cuando asume la misión  que se le encomienda y se dispone a realizarla,  va comprendiendo que es posible. De que si somos capaces de actuar mas allá prejuicios y  miedos, podemos cambiar nuestra vida, el curso de la historia, por muy idealista que nos pueda parecer. Hay que proponerselo seriamente.

 Ustedes dirán que a que viene todo esto cuando en realidad, el texto del evangelio que en esta ocasión se nos ofrece es de San Juan y  de lo que habla es del reconocimiento de Jesús por parte del Bautista  y de su proclamación, que también encontramos en la primera lectura, que es de Isaías, como el siervo o el cordero de Dios que viene a traer la paz y la luz a todos los pueblos.
Pues eso es lo que me lleva a pensar y a preguntarme. A darme cuenta de que sin el hombre  Dios no puede salvar al hombre
  El  hombre visto en doble vertiente: el hombre Jesús, libre de todo pecado para poder libar del pecado y el hombre pecador, que necesita  ser liberado pero del que también se necesita el si y la aceptación y el deseo de salir de  una situación que le aparta del proyecto de vida que no termina. En definitiva, del proyecto de participar en la vida misma de Dios como hijo de Dios, favorecido por el Hijo de Dios:Dios y hombre verdadero.
Esa es la misión del Siervo de Isaías, esa es la misión del Cordero de Dios que nos presenta Juan y eso es lo que se nos propone a nosotros como  términos a la hora de contemplar y dirigir nuestra vida.

 El Cordero y el Siervo son los obedientes. Nosotros, aprendiendo esa obediencia nos damos cuenta de que no somos  humillados, ni rebajados, sino al contrario levantados y puestos en pie. Hay que dejar a un lado el pedestal de la soberbia para situarse en la humildad del hombre necesitado, que lo somos para, siendo amados por Dios, ser vueltos a levantar, no en soberbia, sino en amor y misericordia, como Hijos de Dios y alcanzar  plenitud  de vida y condición.
La presencia y promesa del Espíritu Santo no es mas que la presencia y acción del mismo Dios en favor del hombre, de todo hombre que es inspirado, sostenido y llevado  por caminos nuevos  en los que es capaz de comprender cual es su misión y su destino final. 
¡¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!!
 
 
 

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