viernes, 24 de octubre de 2025

LA PALABRA DEL DOMINGO. DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.

AHORA ME AGUARDA LA CORONA MERECIDA.

   Este domingo el Dios de la justicia se acerca a nosotros desde la Palabra para ayudarnos a comprender que justicia y amor van de la mano, se necesitan, que la una sin el otro no son nada. Los textos nos hablan de ello y así nos encontramos en la primera lectura que es del libro del Eclesiástico ( Ecl. 35,15-17.20-22 ) que se  nos dice de Dios que no es un Dios parcial, vamos, de favoritismos, que no se deja comprar por halagos y zalamerías. Su justicia está anclada en el amor y la fidelidad al hombre y cuando la injusticia aparece en las relaciones humanas El escucha las súplicas del oprimido, no desoye los gritos del huérfano o de la viuda, sus penas consiguen su favor y sus gritos atraviesan las nubes. Su justicia se alimenta del amor compasivo y misericordioso. Dios no resiste el desamor.

La segunda lectura es el final de la carta segunda que escribe Pablo a Timoteo y la vamos a dejar sin comentario para leerla al final como colofón asi que, vamos al texto del evangelio que es de San Lucas ( Luc 18, 9-14 ) y en donde Jesús habla a los que se tienen por justos invitándoles a bajarse de ese pedestal que se han construido para desde el presumir de su fidelidad y relación con Dios humillando a los que se sienten o son pecadores.

 Les advierte que la gloria, la salvación, la da Dios y la da al que realmente la pide de corazón y no se anda con las tonterías y los remilgos que se fabrica la justicia humana. El mira el corazón y donde hay un corazón sincero allí pone su morada y lleva acabo su salvación. Termina diciendo que todo el que se enaltece será humillado, es decir no encontrará la salvación, no será salvado por Dios, porque con y desde su altanería en realidad no necesita de dios ni de nadie. Esta es la tentación del Paradiso, esa de la que pedimos en el Padre Nuestro  ser librados. Porque  sabemos que si me hago igual que Dios, me pongo a su altura  no lo necesito y mucho menos para salvarme, me salvo yo con mis actos revestidos de humildad pero en el fondo llenos de soberbia y desprecio hacia Dios y hacia el otro.

Y ahora vamos con el texto de San Pablo ( 2a Tim. 4,6-8. 16-18 ) Recomendado leer el texto desde todo lo que venimos reflexionando domingo tras domingo, de esta carta que Pablo escribe a su amigo y hermano Timoteo. Es el colofón que viene a justificar y rubricar desde el hondón de su experiencia las palabras que le dirige para que siga adelante en la lucha por mantenerse fiel a Cristo Jesús. Este texto es una auténtica joya.

¡¡Feliz día del Señor !!

José Rodríguez Díaz

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