En la exhortación apostólica " Evangelii gaudium " ( La alegría del Evangelio ) del Papa Francisco, encontramos lo que piensa sobre el papel de la mujer en la iglesia y que ofrecemos a continuación.
Otros
desafíos eclesiales
102.
Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A
su servicio está la minoría de los ministros ordenados. Ha crecido
la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia.
Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con
arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso
de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe. Pero la toma
de conciencia de esta responsabilidad laical que nace del Bautismo y
de la Confirmación no se manifiesta de la misma manera en todas
partes. En algunos casos porque no se formaron para asumir
responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio en
sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de
un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las
decisiones. Si bien se percibe una mayor participación de muchos en
los ministerios laicales, este compromiso no se refleja en la
penetración de los valores cristianos en el mundo social, político
y económico. Se limita muchas veces a las tareas intraeclesiales sin
un compromiso real por la aplicación del Evangelio a la
transformación de la sociedad. La formación de laicos y la
evangelización de los grupos profesionales e intelectuales
constituyen un desafío pastoral importante.
103.
La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la
sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades
peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los
varones. Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los otros,
que se expresa de un modo particular, aunque no exclusivo, en la
maternidad. Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten
responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al
acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos
aportes a la reflexión teológica. Pero todavía es necesario
ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la
Iglesia. Porque «el genio femenino es necesario en todas las
expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la
presencia de las mujeres también en el ámbito laboral»[72] y
en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes,
tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales.
104.
Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a
partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma
dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían
y que no se pueden eludir superficialmente. El sacerdocio reservado a
los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la
Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión, pero
puede volverse particularmente conflictiva si se identifica demasiado
la potestad sacramental con el poder. No hay que olvidar que cuando
hablamos de la potestad sacerdotal «nos encontramos en el ámbito de
la función,
no de la dignidad ni
de la santidad»[73].
El sacerdocio ministerial es uno de los medios que Jesús utiliza al
servicio de su pueblo, pero la gran dignidad viene del Bautismo, que
es accesible a todos. La configuración del sacerdote con Cristo
Cabeza —es decir, como fuente capital de la gracia— no implica
una exaltación que lo coloque por encima del resto. En la Iglesia
las funciones «no
dan lugar a la superioridad de
los unos sobre los otros»[74]. De
hecho, una mujer, María, es más importante que los obispos. Aun
cuando la función del sacerdocio ministerial se considere
«jerárquica», hay que tener bien presente que «está
ordenada totalmente a
la santidad de los miembros del Cuerpo místico de Cristo»[75].
Su clave y su eje no son el poder entendido como dominio, sino la
potestad de administrar el sacramento de la Eucaristía; de aquí
deriva su autoridad, que es siempre un servicio al pueblo. Aquí hay
un gran desafío para los pastores y para los teólogos, que podrían
ayudar a reconocer mejor lo que esto implica con respecto al posible
lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los
diversos ámbitos de la Iglesia.
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