Acude a la parroquia todos los días, desde principios de verano, a compartir la Eucaristía y, poco a poco, nos hemos ido haciendo amigos, de tal forma, que cuando llegan las seis de la tarde ya le espero y el, en cuanto llega, me busca para contarme las novedades de su día a día. Es su forma de saludarme. Por mi parte, trato de escucharle con respeto y atención.
En los primeros momentos me contaba su gran preocupación por trabajar, sentirse útil; quería ayudar en casa, yo le decía: ten paciencia, el Señor te ayudará. De vez en cuando me lo recuerda diciéndome: tenía usted razón, hay que tener paciencia porque el Señor siempre ayuda.
Gracias al programa de inserción laboral para personas con discapacidades del Gobierno Autónomo y a su trabajador social, del que siempre habla muy bien, está trabajando y se siente el hombre mas feliz del mundo.
Ahora me cuenta lo que hace cada día, el trabajo que ha realizado en la jornada, como lo pasa con sus compañeros... Es un gozo oírle hablar sin estridencias y con agradecimiento.
Chano es un hombretón, lo que se dice hoy, un armario, pero noble y sencillo como un corderillo. No molesta, no da la lata, respetuoso y muy sereno.
En alguna ocasión le pido que me ayude vigilando la iglesia si estoy apurado atendiendo algún asunto; cuidame la iglesia, le digo, y lo hace fielmente. Pienso para mis adentros que la suya una forma de hacer parroquia, de sentirse iglesia. No destaca por su brillantez, por su hacer, por sus ideas; si por su nobleza, su fidelidad, su sencillez...
Se siente feliz, útil y yo doy gracias por mi amigo Chano, porque es como si el Señor me dijera cada tarde, desde su presencia: hola, aquí estoy, ya llegue.
José Rodríguez Díaz.
En los primeros momentos me contaba su gran preocupación por trabajar, sentirse útil; quería ayudar en casa, yo le decía: ten paciencia, el Señor te ayudará. De vez en cuando me lo recuerda diciéndome: tenía usted razón, hay que tener paciencia porque el Señor siempre ayuda.
Gracias al programa de inserción laboral para personas con discapacidades del Gobierno Autónomo y a su trabajador social, del que siempre habla muy bien, está trabajando y se siente el hombre mas feliz del mundo.
Ahora me cuenta lo que hace cada día, el trabajo que ha realizado en la jornada, como lo pasa con sus compañeros... Es un gozo oírle hablar sin estridencias y con agradecimiento.
Chano es un hombretón, lo que se dice hoy, un armario, pero noble y sencillo como un corderillo. No molesta, no da la lata, respetuoso y muy sereno.
En alguna ocasión le pido que me ayude vigilando la iglesia si estoy apurado atendiendo algún asunto; cuidame la iglesia, le digo, y lo hace fielmente. Pienso para mis adentros que la suya una forma de hacer parroquia, de sentirse iglesia. No destaca por su brillantez, por su hacer, por sus ideas; si por su nobleza, su fidelidad, su sencillez...
Se siente feliz, útil y yo doy gracias por mi amigo Chano, porque es como si el Señor me dijera cada tarde, desde su presencia: hola, aquí estoy, ya llegue.
José Rodríguez Díaz.
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