martes, 19 de marzo de 2013

El Papa en la Misa inaugural de su pontificado: El verdadero poder es el servicio

Papa Francisco
  En su homilía por la Misa de inauguración de su pontificado, celebrada esta mañana en la Plaza de San Pedro ante cientos de miles de fieles, el Papa Francisco aseguró que “el verdadero poder es el servicio”.
Ante los cerca de 200 mil fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre señaló que “ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”.
“Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz”.
El Papa, dijo el Santo Padre, “debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de San José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños”.
Los más pequeños y débiles, indicó, son los que “Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado. Sólo el que sirve con amor sabe custodiar”.
Reflexionando sobre la Solemnidad de San José, que se celebra hoy, el Papa Francisco recordó al hoy Obispo emérito de Roma Benedicto XVI, señalando que “es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud”.
El Papa reflexionó sobre el Evangelio de Mateo, en el que se relató que “José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer”.
“En estas palabras se encierra ya la misión que Dios confía a José, la de ser custodio. Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia”.
El Santo Padre señaló que José ejerce esta custodia “con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total, aun cuando no comprende”.
José, indicó el Papa, “desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor”.
“¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio”.
El Santo Padre subrayó que José es custodio “porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas”.
“En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación”.
En el fondo, señaló el Papa, “todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios”.
“Cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen ‘Herodes’ que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer”.
El Santo Padre pidió “a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos ‘custodios’ de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente”.
“No dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro”.
Pero, para custodiar, advirtió, “también tenemos que cuidar de nosotros mismos”. “Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida”.
“Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura”, aseguró.
El Santo Padre indicó que “en los Evangelios, San José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura”.
El Papa pidió a los fieles “custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos”.
“He aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado”.
Al concluir su homilía, Francisco imploró “la intercesión de la Virgen María, de San José, de los Apóstoles san Pedro y San Pablo, de San Francisco, para que el Espíritu Santo acompañe mi ministerio, y a todos vosotros os digo: Orad por mí. Amen”.

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