"CELEBREMOS UN BANQUETE"
Ante una acusación que se le hace a Jesús , según vemos en el texto del evangelio de este domingo, el responde con una parábola que nos habla de las entrañas del corazón del Padre.
Esto nos indica que Jesús no actúa por su cuenta, su voluntad es la del Padre. En ella encuentra justificación su forma de actuar y ante los recelos y críticas que sobre su persona se vierten, Jesús no se defiende así mismo, revela el proyecto de Dios para con los hombres y su voluntad que es desde donde el actúa y se mueve.
Está invitando a los que le escuchan a que tengan entrañas de misericordia, a que dejen que Dios les cambien el corazón endurecido, por un corazón nuevo y amoroso, tierno.
La parábola es la del Hijo Pródigo, tan traída y llevada y tan poco aprendida, tanto en sus tiempos como en los nuestros. Con ella Jesús no se aparta ni un ápice de las enseñanzas de la ley ni de la de los profetas. Este es el corazón del Padre que es revelado de forma sencilla, cercana y entendible.
No termino de entender cómo teniendo este hermoso relato, se ha hablado tanto tiempo de un Dios justiciero que vigila todos nuestros actos para ver donde está el error y castigarnos.
Leyendo esta parábola han de caerse todas esas ideas raras y extrañas sobre Dios que no tienen cabida en el anuncio del Reino hecho por Jesús y que a tantos hermanos nuestro han hecho sentirse vigilados y extrañados del amor de Dios.
Esta claro, el Dios de Jesús es el Dios de la misericordia que perdona y acoge y hace fiesta cuando volvemos de nuestras aventuras, a veces incofesables. El Dios de los desvelos y de los brazos abiertos para acogernos siempre que nos demos cuenta de que nos hemos equivocado y que queremos volver a su casa. El Dios que es paciente cuando, a veces, como el hermano mayor, nos dedicamos a protestar sin razón porque pensamos que quiere a unos mas que a otros.
Es increíble la capacidad que tenemos de proyectar en Dios nuestra forma de entender la justicia. Lo peor de todo es que, con harta frecuencia, hasta nos lo creemos. No nos damos cuenta de que estamos haciendo un Dios a nuestra medida y sabemos bien y de sobra, que Dios escapa a toda medida humana, porque es mas, mucho mas que todo, porque es amor misericordioso.
Saber esto no nos debe llevar a abusar de su misericordia, pues siendo El como es, inmesamente misericordioso, eso también se manifiesta en el respeto hacia nuestra libertad. Puede suceder que, habiendonos ido de la casa del Padre, no sepamos desandar el camino de vuelta y no porque El no nos ayude, sino porque nosotros hayamos perdido la memoria de su amor. El problema está en nosotros. No en la misericordia amorosa del Padre. En el ser del Padre.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
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