LA JUSTICIA DE DIOS ES NUESTRA CONVERSIÓN.
Empieza el texto del evangelio de hoy con unos que van a contarle a Jesús algo que ha sucedido en el templo y que les tiene escandalizados. Detrás de lo que les cuentan late un interrogante sobre el juicio equitativo de Dios. ¿ Por qué estos que eran buenos mueren de esa forma y además cuando realizaban un acto de piedad y de reconocimiento de Dios y junto al mismo altar de las ofrendas? ¿Dónde estaba Dios? ¿ Por qué permite esto?
La respuesta de Jesús debió resultarles desconcertante: No eran ni mejores ni peores que los demás y les invita, como consecuencia de ello, a la conversión, para pasar de inmediato a poner El mismo otro ejemplo, el de la muerte de los que construían una torre en Siloe. Estos no estaban en el Templo, ni junto al altar, realizaban un trabajo normal y también les acaeció la muerte de forma trágica. Está en juego una convicción que tenían los judíos de que el pecador era castigado por la ira de Dios y el justo, no.
El dice que eso no es así y de nuevo vuelve a invitar a la conversión si no quieren perecer ellos de la misma manera.
Todo esto lo redondea Jesús con la parábola de la higuera que no da fruto y que el dueño quiere arrancar para plantar otro árbol que sea fructífero. Es la intervención del viñador la que consigue un plazo para dedicarle tiempo y ver si termina por dar fruto.
Nos damos cuenta de que el tema que le plantean es el del sufrimiento del justo ¿ Por qué lo permite Dios? Jesús lo orienta y soluciona por la necesidad de convertirse mas que por el tema de la justicia de Dios que los hombres, no solo en aquella época, sino también en la nuestra, relacionan y ponen en solfa con los acontecimientos que suceden en la historia y que son dolorosos. La cuestión no está en porque Dios permite que los justos, los no culpables, los inocentes, sufran o no, mueran o no, haya catástrofe, guerras o hambre en el mundo, etc, etc.
Es propio de la vida el que el sufrimiento y la muerte la crucen, se hagan presente en ella. Ante esto, tanto justos como no, hemos de saber que es condición de nuestra propia naturaleza la debilidad y la vulnerabilidad, la finitud, la muerte.
La solución que da Jesús es volverse a Dios. Convertirse, pero ¿Que tiene que ver una cosa con la otra? ¿ Donde está el nexo de unión?
Volverse a Dios - convertirse- significa acoger su designio para con cada uno en la vida cotidiana. Designio de Amor salvador de la persona, de la persona total y de la creación entera, a pesar del sufrimiento que los acontecimientos o transtornos del mundo puedan causarle.
Hemos de desterrar de nosotros la idea - que ya tenía el pueblo de la Alianza - de que Dios castiga, de que Dios provoca o permite el sufrimiento y el dolor en el mundo por culpa de los pecados de los hombres y aquella otra de que si soy bueno no me va a pasar nada. Las cosas pasan y pueden herir tanto a buenos como a malos, porque la naturaleza se rige por sus leyes internas.
La propuesta de Jesús es: vuelvasen a Dios, conviértanse, preocupense de dar frutos de buenas obras y de fidelidad. Somos su pueblo y como tal estamos llamados a vivir. El Señor no abandona a los suyos y tiene una paciencia infinita ante nuestras infidelidades. Somos nosotros, en muchos casos, los que por nuestra desidia y pereza nos apartamos de El. Somos nosotros los que nos arrancamos de su huerta para plantar nuestro corazón en otras tierras, inhóspitas y salobres, en las que no podemos dar fruto y terminaremos secándonos a pesar de que el hortelano se empeñe en cuidarnos.
Vislumbro y quiero ver en esta reflexión que hace Jesús, cómo El mismo se va preparando para lo que se le avecina. Hay ahí una reflexión honda, profunda, que viene madurando y que le va a llevar en todo momento a estar vuelto al Padre. Unido al Padre. Buscando la voluntad del Padre. Convertido a Dios. Eso es lo que le va a permitir salir victorioso de la tragedia que envolverá los últimos días de su vida.
La conversión es un don de Dios y esa es su justicia
Feliz día del Señor
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