Una guerra olvidada por la Comunidad Internacional que se cobra miles de muertos y desplazados sin nada que llevarse a la boca.
“Durante ocho meses el conflicto parecía estar contenido en una parte pequeña de Etiopía, que alberga al 6% de la población, una zona estratégica, pero desde que los tigranos rompieron el cerco y retomaron el control de Mekelle, la capital, se ha extendido a las regiones de Amhara y Afar”, explica Murithi Mutiga, director de Proyectos en el Cuerno de África de International Crisis Group.
El pesimismo y la preocupación por la evolución del conflicto la comparten los analistas consultados, y no es difícil corroborarlo con los datos que las agencias de la ONU están aportando.
Con el llamamiento del primer ministro Abiy para que “todos los etíopes capaces” se unan a una nueva ofensiva, la vía de la mediación política que frene una posible guerra abierta parece no existir. Hay más de 300.000 desplazados y los refugiados están entrando en países vecinos como Sudán que acaba de retirar a su embajador en Adis Abeba tras ser rechazada su oferta de mediación.
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