sábado, 9 de enero de 2021

Todos responsables de todos. Seamos esperanza en medio de la pandemia


 

La pandemia nos ha colocado ante la vida de otra manera, pero sigue siendo necesaria una radical apuesta por una cultura solida

Uno de los pocos aspectos positivos del paso de la COVID-19 en los países enriquecidos, ha sido el descubrimiento de nuestra debilidad como seres humanos, de la necesidad que tenemos unos de los otros, y de las posibilidades de la respuesta de muchas personas, trabajadores y profesionales con un objetivo. Sin quitar valor a esta respuesta, esto era ya vivido de forma mucho más radical y urgente, en los países empobrecidos. Países donde la colaboración brota de forma natural entre familias y personas, a pesar de la violencia y las dificultades extremas. Sin embargo, en estos meses, los empobrecidos de la tierra se han debatido entre salir a la calle, buscar el sustento y contagiarse; o morir de hambre hacinados en sus barrios de techos de hojalata. Un informe (Oxfam) indicaba que hasta 12.000 personas mueren al día de hambre a consecuencia de la COVID-19.

Es evidente, que para los más empobrecidos la pandemia del virus llegó encima de otra pandemia: la del hambre. Nos referimos al binomio inseparable del hambre y enfermedad, entre el hambre y sus causas. No tenemos más que aterrizar nuestra mirada sobre países como el Congo, países plenos de riquezas minerales, donde conviven en medio del hambre y la violencia, los cuatro jinetes del apocalipsis : coronavirus, ébola, peste y sarampión. El hambre ha crecido en medio de la pandemia. Los pobres de la tierra lo han sufrido más que nadie.

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