¿ ADMIRACIÓN O ACEPTACIÓN ?
En el evangelio de esta semana nos encontramos de nuevo a Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm en donde la admiración de los que le escuchan y ven actuar, les lleva a decir por dos ocasiones que enseña con autoridad. No como un letrado que enseña la ley, tampoco como un profeta que habla desde la palabra que se le ha dado. Habla desde sí mismo y eso es lo que lleva a la admiración y al asombro de los que se encuentran en el recinto. Habla con autoridad, dicen, pero también actúa con autoridad curando al hombre poseído por un espíritu inmundo al cual libera del mal que le posee y domina. Es curioso que es precisamente este hombre el único que le confiesa como " el Santo de Dios " al tiempo que le desafía mostrando rebeldía. Los otros no, los otros no salen de la admiración, se quedan ahí.
El texto termina diciéndonos que su fama se extendió por toda Galilea.
El texto me lleva a pensar y reflexionar cómo el mal lo podemos encontrar en todas partes, también en el seno de la iglesia, en el seno de lo sagrado en donde la presencia de Dios es patente.
El desafío que hace a Jesús este espíritu inmundo no nos debe pasar desapercibido, pues entre nosotros también se puede dar lo mismo y aún reconociéndole como el Santo de Dios intentemos socavar su presencia entre los hermanos, su obra de salvación.
El rechazo de este espíritu inmundo a la presencia de Jesús en la sinagoga y su enseñar con autoridad, revela que se siente dueño del lugar, que no quiere ser desalojado de ella. La sinagoga es el lugar del encuentro con Dios y su palabra, el lugar de oración del pueblo de Dios. Se siente cómodo en ella y no quiere ser desalojado de allí, pero es la palabra del Santo de Dios como el mismo dice, quien le desenmascara liberando al hombre de su dominio y también a la misma sinagoga, el espacio de Dios.
Creo que esto nos debe llevar a estar muy atentos a lo que pueda suceder en nuestras comunidades, o parroquias, pues el mal, como todos decimos y sabemos, no para, siempre anda buscando por donde colarse y lo puede hacer de miles formas y maneras bajo capa de compromiso o de piedad fingida. El antídoto es el mismo Jesús a quien hemos de escuchar con sinceridad dejándonos salvar por El y pasar de la admiración a la aceptación de su palabra, su enseñanza, en verdad y sinceridad y reconociéndonos necesitados de su salvación.
¡Feliz día del Señor !
José rodríguez Díaz
Como siempre, nos ofrece hoy una muy buena reflexiòn de la Palabra de èsta IV semana del tiempo ordiario, comprensible y sencilla que nos llega a todos. El Espìritu Santo le siga dando su luz para bien de todos. Un saludo afectuoso,
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