sábado, 23 de enero de 2021

La cultura y el sentido de la vida por el profesor Alfonso López Quintás


 La Primera Guerra Mundial (1914-1918) provocó una conmoción moral tan ingente como la devastación física causada por las armas. Multitud de intelectuales se preguntaron cómo era posible que un continente desbordante de cultura se hubiera desgarrado sin piedad. Un sencillo maestro austriaco de escuela primaria, Ferdinand Ebner, advirtió muy pronto que podía haberse previsto este fracaso, pues la cultura promovida brillantemente en Europa durante siglos no siempre significó un verdadero “cultivo de la vida espiritual”; se redujo con frecuencia a un mero “soñar con el espíritu”.

“La verdadera vida espiritual del hombre -escribe- acontece en la relación del yo al tú; no se da allí donde suele gustarnos decir que sucede: en el soñar con el espíritu -por genial que sea- que tiene lugar en la poesía y el arte, la filosofía y las religiones míticas. Toda cultura no ha sido hasta ahora ni será en adelante más que el soñar con el espíritu que realiza el hombre en la soledad individualista de su existencia, al margen de las realidades espirituales de la vida (…)”.

La verdadera “vida en el espíritu” comienza cuando establecemos una auténtica relación de encuentro entre el yo y el tú, entre nosotros y todas las realidades del entorno que nos ofrecen posibilidades para crear algo nuevo lleno de sentido. Vivir experiencias estéticas y literarias espectaculares, crear formas políticas grandiosas, elaborar artefactos que permitan conquistar continentes enteros… son manifestaciones de vida espiritual, pues sólo un ser dotado de espíritu es capaz de realizar tales actividades. Pero si éstas no crean relaciones respetuosas y fecundas con personas y pueblos, no suponen una verdadera promoción de la vida personal. Se piensa sobre el espíritu y su capacidad creadora de vínculos; se representa su actividad en imágenes literarias y artísticas…, pero esta representación y ese pensamiento no siempre acrecientan la vida espiritual de las gentes; a menudo carecen de poder creador de nueva vida, como si fueran un mero sueño.

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