Una vez concluidas las fiestas de la Navidad de Nuestro Señor Jesucristo ya hemos tomado esta semana pasada el ritmo normal de nuestra parroquia. Así, los catequistas junto con los niños y sus padres han emprendido la andadura de este trimestre. Hemos desalojado el Belén de la iglesia que Francisco nos regala todos los años, y nos estamos preparando y pensando como vamos a celebrar la cuaresma que se inicia el próximo mes.
Nos queda pendiente la celebración de un Consejo Parroquial y sobre todo, no olvidar el lema que ha de marcar nuestros pasos: ser misioneros.
Con algo de distancia hemos hecho balance sobre las fiestas pasadas y el resultado, lo que nos queda como sabor de boca, desde el Adviento, el encuentro de oración, visita a los enfermos, las celebraciones, concurso de villancicos y de postales, los encuentros lúdicos, la acogida extra realizada por Cáritas... y ,sobre todo , la Palabra anunciada y creída en las celebraciones, es una gran alegría serena. Hemos caminado y hemos sentido juntos la cercanía, entre nosotros y con los otros.
Yo sé que no se ha desaprovechado ninguna ocasión de consolar a los que en estos días se acercaban buscando consuelo, alguien que les escuchara, que les animara; yo se que el Señor tambien ha andado por ahí, entre nosotros y que no le hemos dado la espalda y lo se porque les he visto actuar, dar un abrazo, animar, y se, de alguna que otra lágrima indiscreta, ante el dolor o la desolación.
Poco a poco vamos descubriendo cómo el Señor, con mano firme y serena, con su presencia, nos mantiene reunidos y recompensa de forma callada, el esfuerzo y la entrega, con la paz y la alegría que se asienta en nuestro corazón.
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