DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B.
Mrc. 121-28.
Puesto manos a la obra nuestro evangelista Marcos, después de dejarnos bien claro que es lo que pretende al darnos su evangelio, se dedica a ir mostrándonos la vida de Jesús, desde aquellos momentos en que queda palpable que El es el HIJO DE DIOS.
Hoy tenemos un ejemplo de lo que decimos al relatarsenos el encuentro que tiene lugar en la sinagoga de Cafarnaún entre Jesús y el endemoniado el cual, no tiene reparos para reconocerle como Hijo de Dios, al par que intenta socavar su persona y poner en su contra a los que en el recinto se encontraban. Jesús viene a derrumbar su trinchera y el endemoniado hace extensible a todos su propio miedo porque ve que pierde su ámbito de influencia.
La determinación con la que Jesús actúa hace que el asombro y la admiración se apoderen de todos los que estaban allí y terminen preguntándose por esa nueva forma de enseñar con autoridad.
Ese es el texto y creo que nos nos vendría mal interrogarnos si Jesús sigue siendo liberador del mal que muchas veces habita en nuestras asambleas o comunidades, o, si estamos dispuestos a dejar que Jesús nos libre de la influencia del maligno que con tanta frecuencia y tan sutilmente, se cuela en nuestras relaciones e inclusive, en nuestras celebraciones, bajo capa de no se qué caridad mal entendida.
El endemoniado le reconoce como el Nazareno y como el Santo de Dios, pero también pone , y aquí está el veneno, en su presencia, la destrucción y el mal. Jesús demuestra con su acción a el y a todos, que no viene a obrar el mal ni a destruir, sino ha hacer el bien; el endemoniado es el primer beneficiario de su acción y su presencia al ser liberado.
El endemoniado solo piensa en si mismo, escudándose en los otros; Jesús se presenta como lo que es y libera. El endemoniado no quiere perder su ámbito de influencia; Jesús lo gana para que sea él mismo despojándolo de rencores y miedos. Jesús actúa con autoridad y transparencia; el endemoniado con egoísmo y manipulación de lo que termina siendo despojado.
Todo esto sucede en la sinagoga, el ámbito o lugar de encuentro con Dios. Es en el espacio del encuentro en donde Dios libera y donde Jesús como el Hijo de Dios, actúa siempre en favor del hombre.
¡¡Feliz día del Señor!!
Mrc. 121-28.
Puesto manos a la obra nuestro evangelista Marcos, después de dejarnos bien claro que es lo que pretende al darnos su evangelio, se dedica a ir mostrándonos la vida de Jesús, desde aquellos momentos en que queda palpable que El es el HIJO DE DIOS.
Hoy tenemos un ejemplo de lo que decimos al relatarsenos el encuentro que tiene lugar en la sinagoga de Cafarnaún entre Jesús y el endemoniado el cual, no tiene reparos para reconocerle como Hijo de Dios, al par que intenta socavar su persona y poner en su contra a los que en el recinto se encontraban. Jesús viene a derrumbar su trinchera y el endemoniado hace extensible a todos su propio miedo porque ve que pierde su ámbito de influencia.
La determinación con la que Jesús actúa hace que el asombro y la admiración se apoderen de todos los que estaban allí y terminen preguntándose por esa nueva forma de enseñar con autoridad.
Ese es el texto y creo que nos nos vendría mal interrogarnos si Jesús sigue siendo liberador del mal que muchas veces habita en nuestras asambleas o comunidades, o, si estamos dispuestos a dejar que Jesús nos libre de la influencia del maligno que con tanta frecuencia y tan sutilmente, se cuela en nuestras relaciones e inclusive, en nuestras celebraciones, bajo capa de no se qué caridad mal entendida.
El endemoniado le reconoce como el Nazareno y como el Santo de Dios, pero también pone , y aquí está el veneno, en su presencia, la destrucción y el mal. Jesús demuestra con su acción a el y a todos, que no viene a obrar el mal ni a destruir, sino ha hacer el bien; el endemoniado es el primer beneficiario de su acción y su presencia al ser liberado.
El endemoniado solo piensa en si mismo, escudándose en los otros; Jesús se presenta como lo que es y libera. El endemoniado no quiere perder su ámbito de influencia; Jesús lo gana para que sea él mismo despojándolo de rencores y miedos. Jesús actúa con autoridad y transparencia; el endemoniado con egoísmo y manipulación de lo que termina siendo despojado.
Todo esto sucede en la sinagoga, el ámbito o lugar de encuentro con Dios. Es en el espacio del encuentro en donde Dios libera y donde Jesús como el Hijo de Dios, actúa siempre en favor del hombre.
¡¡Feliz día del Señor!!
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