viernes, 20 de diciembre de 2024

Nicaragua: Un Estado contra Cristo

 

MGDC (Enraizados) 

18 Dic 2024 - 11:42 CET















Nicaragua: Un Estado contra CristoEl Cristo de la catedral de Managua vandalizado - AICA

Archivado en: Opinión

Nicaragua, un país de seis millones y medio de habitantes donde el 95% de la población es cristiana. Una población que está siendo despojada obligatoriamente de su fe mientras el mundo se mira girar a sí mismo… sin hacer nada.

Lo dijo el mismo Jesucristo: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15-20)

La persecución contra la Iglesia Católica del régimen de Daniel Ortega ha alcanzado niveles alarmantes marcados por el encarcelamiento de obispos y sacerdotes, la expulsión masiva de religiosos, el cierre de instituciones como Cáritas y Radio María a quienes se les han confiscado sus bienes. La situación exige atención urgente por parte de la comunidad internacional, pero… ¿Dónde está la ONU? ¿La comisión de Derechos Humanos de la UE? ¿Los organismos internacionales que supuestamente deberían presionar contra el tirano? ¿Dónde están las sanciones internacionales?

El 1 de enero de 2025 ya no quedará ninguna monja en Nicaragua. Este hecho, por sí solo, simboliza la magnitud de la represión contra la Iglesia Católica y su influencia en la sociedad. Las religiosas han sido forzadas a abandonar el país con sus respectivas órdenes despojadas de su estatus legal y con sus propiedades confiscadas. Esta medida extrema es el patrón sistemático de agresión contra la libertad religiosa en Nicaragua.

Una persecución implacable y sostenida desde 2018, cuando el régimen de Ortega intensificó su campaña contra la Iglesia Católica. Desde entonces, más de 250 líderes religiosos han sido forzados al exilio. La persecución no solo afecta a las figuras religiosas, sino también a los fieles, quienes se enfrentan a restricciones en la práctica de su fe: el gobierno ha prohibido procesiones, cancelado celebraciones tradicionales y militarizado iglesias; las parroquias han sido allanadas y las propiedades eclesiásticas confiscadas, dejando a comunidades enteras sin apoyo espiritual y social.

La Iglesia Católica ha sido un bastión de resistencia frente al autoritarismo de Ortega. Su papel como defensora de los derechos humanos y voz de los oprimidos hizo que se convirtiera en objetivo prioritario para el régimen. Esta represión no es solo una violación de la libertad religiosa, es un intento deliberado de silenciar a la única institución que se atrevía a cuestionar el poder absoluto del gobierno.

El obispo Rolando Álvarez sufrió directamente la crueldad de esta dictadura por criticar abiertamente la falta de libertad del régimen. Condenado a 26 años de prisión, fue torturado pasando largos periodos encerrado en total aislamiento en condiciones inhumanas por negarse al exilio. El trato a Álvarez no fue un caso aislado. Otros religiosos también fueron detenidos arbitrariamente, sometidos a torturas y obligados a abandonar el país bajo severas amenazas. Mientras tanto, los fieles, han visto cómo sus lugares de culto se han convertido en escenarios pseudo militares de vigilancia y represión.

A pesar de la gravedad de la situación, la indiferencia de la comunidad internacional es alarmantemente pasiva. Mientras que otras crisis de derechos humanos generan rápidas reacciones, las violaciones contra los derechos humanos de los cristianos terminan siempre en el mismo sitio: un preocupante silencio de las instituciones que “supuestamente” pueden y deberían hacer algo.

Es un deber recordar que precisamente los cristianos son la comunidad religiosa más perseguida en el mundo, enfrentando hostigamiento, violencia y restricciones en más de 50 países. Más de 360 millones de cristianos viven perseguidos.

La represión religiosa en Nicaragua no solo ha afectado a sacerdotes, monjas o seminaristas, las consecuencias han sido devastadoras para toda la sociedad en su conjunto. Muchas poblaciones han perdido a la comunidad religiosa que les proporcionaba educación y asistencia social gratuita. En muchas zonas rurales, donde el Estado está ausente,

la Iglesia ha sido tradicionalmente el único refugio para los más vulnerables. Este vacío ha dejado a miles de personas sin esperanza ni recursos. El miedo a practicar la fe en público ha sembrado un clima de desolación y aislamiento que los nicaragüenses combaten con notable resistencia, incluso en las circunstancias más dramáticas.

Es imprescindible que la comunidad internacional tome medidas concretas para enfrentar esta crisis. La ONU y otras organizaciones internacionales deberían actuar con la misma urgencia con la que responden a otras crisis y violaciones de derechos humanos. Esto incluye la imposición de sanciones específicas contra los responsables, la creación de comisiones investigadoras y el apoyo a las víctimas de la persecución religiosa. O acaso, ¿la defensa de la justicia, la libertad y dignidad humana vale para todos menos para los cristianos?

La libertad de culto no es un privilegio, es un derecho fundamental que debe ser protegido con firmeza. La inacción frente a la situación en Nicaragua no solo perpetúa el sufrimiento de la población, sino que envía un mensaje muy peligroso a otros regímenes autoritarios: que la persecución religiosa puede llevarse a cabo con impunidad.

Este 25 de diciembre también será Navidad en Nicaragua, y quiera o no quiera Daniel Ortega, ¡Cristo estará con ellos! La verdadera alegría, el océano de esperanza de cada corazón cristiano reside en saberse amado por Dios, y a nuestros hermanos nicaragüenses eso nadie se lo podrá quitar.


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