sábado, 16 de septiembre de 2023

LA PALABRA DEL DOMINGO . DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO . CICLO A.

SIN MEDIDA

Con el texto que se nos ofrece  para la reflexión este fin de semana  cerramos el capítulo 18 del evangelio de Mateo en donde veíamos la semana anterior  que  este capítulo  está orientado fundamentalmente hacia el interior de la comunidad o grupo de los que siguen a Jesús y en donde la corrección fraterna  y el perdón  han de ser algo  que no impida  la vida  de comunión sino, antes bien, ha  de vivirse como  algo que libera y ayuda a seguir en el camino  de seguimiento. Que libera y ayuda no solo al perdonado, sino también al que perdona.

Pues bien, en el texto de hoy nos encontramos con este tema que a todos nos  cuesta mucho: el  perdón. Ante la pregunta de Pedro que quiere saber donde está el límite de ese perdón que hemos de ofrecer a los demás la respuesta de Jesús es sin medida. No  podemos poner límites al perdón pues lo mismo que el Padre nos perdona siempre así nosotros hemos de estar en esa disposición de perdonar. Es lo que  nos enseñó Jesús a pedir en el  "Padre Nuestro " y  lo que nosotros  aceptamos.

Nos gusta que nos perdonen, pero  nos resistimos  a conceder el perdón. Hemos de ser generosos en el perdón. Con esto no hacemos mas que  imitar la  infinita misericordia  de Dios, que no solo perdona al pecador, sino que lo busca  y lo invita  al perdón. Sólo así estaremos dando cumplimiento  a lo que  muchas veces de forma no realmente consciente, le pedimos en  la oración que nos enseñó Jesús.

 Y es que setenta veces siete  es lo mismo que decir  toda la vida . La disposición de perdonar al prójimo  que ha errado o nos ha ofendido, debe invadir  toda nuestra existencia. 

Sólo puede  pedir  y recibir  con verdad  el perdón de Dios  aquel que está convencido  de la existencial debilidad  del hombre, tanto propia como ajena. Si el siervo del Evangelio hubiera sido consciente, al pedir perdón, de su radical necesidad de compasión, habría  comprendido  la misma necesidad de compresión que tenía su compañero.

 Por tanto, estamos ante un tema  que nos atañe  doblemente, pues por un lado  está esa conciencia  de radical necesidad  que muchas veces se nos escapa y por otro el romper con el proyecto de Jesús con respecto a los suyos, a los que queremos seguirle. El nos dio ejemplo con su vivir  y decidir y encontraba la fuerza  en la certeza  de la misericordia del Padre para con todos, así que  eso hemos de aprender, eso hemos  de  hacer nuestro. El perdón no nos hace vulnerables, al contrario, nos hace mas fuertes  y nos libera  de nosotros mismos al tiempo que nos ayuda a avanzar en la conciencia de que estamos en el Padre.

Y apostillamos, esto no es trabajo de un solo día  es trabajo para toda la vida y solo se puede alcanzar cuando  desde la compresión de la misericordia de Dios para con nosotros que alcanzamos en la oración, nos dejamos llevar por la fuerza del Espíritu que movió a Jesús. 

¡¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!!

José Rodríguez Díaz

  


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