sábado, 8 de octubre de 2022

O Iglesia evangelizadora o Iglesia mundana


 En su discurso a la Congregación General de Cardenales antes del cónclave de 2013[1], el entonces cardenal Jorge Bergoglio dijo:

«Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar, se vuelve autorreferencial y entonces se enferma. […] Cuando la Iglesia es autorreferencial, sin darse cuenta, cree tener su propia luz. Deja de ser el mysterium lunae y da lugar al gravísimo mal de la mundanidad espiritual. […] Simplificando, hay dos imágenes de la Iglesia: o la Iglesia evangelizadora que sale de sí misma, […] o la Iglesia mundana que vive en sí misma, de sí misma, para sí misma. Esto debe iluminar los posibles cambios y reformas que habrá que hacer para la salvación de las almas. Pensar en el próximo Papa: un hombre que, fundado en la contemplación de Jesucristo y en la adoración de Jesucristo, ayude a la Iglesia a salir de sí misma hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que vive “la dulce y reconfortante alegría de evangelizar”».

En estas palabras ya está en estado embrionario lo que será el programa del Papa Francisco. Ahora, en el décimo año de su pontificado, trataremos de ilustrar cómo se está realizando, considerando cinco documentos principales: tres exhortaciones apostólicas (Evangelii gaudium [EG], 2013; Amoris laetitia [AL], 2016; Gaudete et exsultate [GE], 2018) y dos encíclicas (Laudato si’ [LS], 2015; Fratelli tutti [FT], 2020).

 «¿De dónde?». Iglesia en salida, hospital de campaña, pobre y para los pobres

En el centro del pensamiento de Francisco está la Iglesia, pero una Iglesia que evangeliza y que encuentra su razón de ser en la evangelización. EG lo afirma abiertamente. A este documento, que apareció tras un sínodo que Francisco no había convocado ni dirigido, supo imprimirle un tono muy personal. Lo ha convertido en un texto de cierta forma programático, en plena sintonía con Pablo VI, que proclamaba:

 «Evangelizar, en efecto, es la gracia y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Existe para evangelizar»[2].

Francisco retomó la definición de la Iglesia dada por el Concilio Vaticano II, que puso en el centro la «misión», concebida según la categoría de «sacramento», profundamente arraigada en la tradición más antigua y demasiado olvidada en los últimos siglos.

La preeminencia dada a la evangelización excluye una Iglesia cerrada (autorreferencial). Francisco lo ilustra de manera muy clara cuando reclama una Iglesia en salida, cuyas acciones concretas resume con cinco verbos:

«tomar la iniciativa» («primerear»), «involucrarse», «acompañar», «fructificar» y «festejar» (EG 24).

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