MAS ALLÁ Y MAS ACÁ DE NUESTROS PREJUICIOS.
El texto del evangelio de este domingo nos traslada a orillas del rio Jordán muy cerca de donde este entrega sus aguas al Mar Muerto, nos lleva hasta Jericó, un gran y fértil oasis en medio del desierto en donde vive Zaqueo jefe de publicanos y con mala reputación entre sus paisanos. Hasta allí, nos dice el texto, llega Jesús.
La gente, como viene sucediendo, se remolina a su alrededor y también Zaqueo que movido por la curiosidad quiere verle pero no alcanza a ello porque es bajo de estatura y la gente se lo impide.
Ni corto ni perezoso, sabiendo por donde ha de pasar el Galileo, nuestro hombre se encarama a un árbol para poder verle y resulta que al pasar Jesús por debajo de dicho árbol se para y se invita a ir a casa de Zaqueo manifestándole el deseo de alojarse en su casa. Zaqueo salta de alegría y no pone ningún reparo, pero la gente que observa y ve todo esto, sabiendo quien es el personaje, no tarda en mostrar su disgusto y murmuran porque este Jesús, hombre de Dios, ha ido a hospedarse a casa de un pecador... y salta a la luz un problema latente que está condicionando la vida y la relación entre ellos: los justos y los publicanos, los fieles y los infieles, los buenos y los malos, pureza e impureza, Dios y los pecadores.
Ni que decir tiene que jesús apuesta por los alejados en este caso personificados en Zaqueo a quienes los hombres han alejado de Dios y de ellos.La respuesta que da Jesús a los inconformes que hacen tanto revuelo, tiene que ver con lo que hay en el corazón y es hasta ahí hasta donde el quiere llegar, donde es necesario entrar para que la vida del hombre, su actitudes, su comportamiento, cambien. No se puede negar a nadie esta oportunidad y menos cuando manifiesta su deseo de encontrarse y estar cerca de Dios. De esta forma Jesús manifiesta la bondad y misericordia del Padre que acoge a todo el que le busca desde la sinceridad, al tiempo que da una lección sobre una pretendida exclusividad de Dios que no es de nadie en particular, sino de todos y para todos, buenos o malos, ricos o pobres, blancos o negros. Dios se da a todo aquel que le busca con sincero corazón y no hay mas.
La expresiones de Jesús lo ratifican: "También éste es hijo de Abrahán" y añadimos, no solo por la pertenencia al pueblo de la Alianza, sino por la fe que ha mostrando, y la otra :" El hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido".
De esta forma se expresa y manifiesta la voluntad de Dios para con todos por tanto, no caben divisiones y alejamientos entre los hombres y menos entre los que le confesamos como el Padre Dios dador de la vida que se ha manifestado en Jesucristo Nuestro Señor, para nuestra salvación.
¡¡ Feliz día del Señor!!
José Rodríguez Díaz.
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