sábado, 15 de octubre de 2022

LA PALABRA DEL DOMINGO . DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.

 EL GRAN SECRETO DE JESÚS

En el  evangelio de este domingo Jesús  nos hace una propuesta  que tiene que ver con la oración. Oración que ha de ser confiada y persistente, en todo momento, y lo hace con el ejemplo de la  mujer que solicita justicia  a  un juez que no le hace caso y que por  quitársela de en medio  le da lo que le pide para volver, al final, a  referirse a la misericordia de Dios que sí  nos hace caso.

El tema de la oración , ya lo sabemos,  es algo  que en la vida  de Jesús se nos muestra como algo fundamental. En los textos de los evangelios descubrimos que forma parte integrante de su vida y eso no debemos pasarlo por alto porque la oración es esa dimensión que nos  integra en la misma vida de Dios y nos posibilita ir descubriendo  cual es nuestro camino conforme a su voluntad.

 Muchas veces pensamos que la oración es para pedir, y si, es así, pero no solo eso, también debe serlo de gratitud, de acción de gracias, de iluminación a la hora de tomar decisiones... apuntar , además, que no solo es oración cuando invocamos la misericordia de Dios desde  la plegaria establecida como pueden ser el Padre Nuestro , El Ave María, etc. Hay otras oraciones que son aquellas que brotan  desde el corazón  dolido o gradecido  que no se someten a formulas y que  expresan los sentimientos  reales que en esos momentos podemos estar viviendo.

  Quizá  ya vaya siendo hora de salir del pensamiento de que se reza solo para pedir y ensanchar mas nuestra relación con Dios y es que la oración , ya lo intentábamos decir mas arriba,  nos pone en esa dimensión relacional y de aceptación de Dios en nuestra existencia de forma tan total que en ella hemos  de  encontrar la  firmeza y el acicate para  la fe, la esperanza y la caridad. Ir abriendo nuestro  horizonte de tal manera que  nos demos cuenta de que toda nuestra vida está llamada a ser oración, relación, comunión con Dios, que es lo que nos lleva al verdadero encuentro  con los demás y toda la creación. Cuando san Francisco llamaba a todos los seres hermanos  no lo hacia  porque quedaba bonito, sino porque había descubierto desde la intimidad con Dios- la oración -  la íntima comunión de hermandad con  todo lo creado y esto a su vez,  le devolvía a Dios y desde ahí  ese "haz de mi Señor  instrumento de tu paz".

La oración posibilita entrar en el gozo del Señor sabiéndose envuelto por su amor, pase lo que pase y venga lo que venga. La oración libera de miedos, da confianza, fortalece la esperanza y nos  gratifica en y con el amor porque  con ella y desde ella nos sabemos en el mismo corazón del Padre. Ese  fue el gran secreto de Jesús.

¡¡Feliz día del Señor!!

José Rodríguez Díaz






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