SON DOS HERIDAS, DOS: LA DE LA MUERTE Y LA DE LA VIDA.
Estrenamos un año nuevo no sin cierto pesimismo por todo lo que está ocurriendo en el mundo, no obstante no falta la ilusión y la esperanza se agranda y fortalece.
En este día la iglesia celebra a María como madre de Dios y madre nuestra. Esto viene de mucho tiempo atrás, los evangelios nos lo dicen y la piedad popular lo ha sabido mantener intacto y bien fresco. Ahí esta el rezo del rosario que siempre culminamos con las letanías que son un florilegio de lo que el pueblo siente y experimenta ante la figura de la Virgen de Nazaret. Empezamos el año, como digo, bajo su su protección. Ella nos ha de seguir acompañando en este caminar que es la vida.
Desde esa intercesión suya esperamos y deseamos que todo vaya mejor, pero se hace necesario que en día tan señalado nos paremos a pensar, nos atrevamos a echar una mirada atrás tratando de entender y poner en su sitio todo lo que nos ha ocurrido en este año al que decimos a dios y lo que el nuevo nos puede deparar.
A nadie se le esconde que todo va a continuar mas o menos igual pues vamos a tener que seguir con la mascarilla, manteniendo la distancia, lavándonos las manos, en fin, todo eso que sabemos debemos hacer si queremos mantenernos a cierta distancia del contagio.
Pero hay algo que con motivo del año nuevo no debemos dejar pasar y es la oportunidad de hacer una reflexión de todo lo que hemos vivido: el confinamiento, el miedo, la angustia, el cambio de planes, la muerte de tantas personas en tan poco tiempo, la distancia, la soledad, la familia, los amigos... y las consecuencia económicas que todo ello acarrea.
Hay un refrán que dice "no hay mal que por bien no venga" Preguntarnos ¿Dónde está el bien en toda la situación que de forma somera hemos apuntando y que tanto dolor y desconcierto ha producido ?
Ahí esta nuestro corazón dolido, macerado, pero palpitando con una esperanza que no le permite tirarlo todo por la borda.
Esta pandemia nos está obligando a tomar conciencia de nuestra debilidad e impotencia. La humanidad ha sufrido y sufre la humillación de descubrir que no es dueña de nada, ni de la vida, ni del tiempo, que es la vida quien la posee derrotando prepotencia y si queremos que no nos hiera hemos de romper con seguridades falsas, con pies de barro y ser mas humildes. Que hallamos podido llegar a la luna, no significa que el mundo ya lo tengamos en el bolsillo, que hallamos inventado el móvil , no significa que el mundo sea nuestro , que seamos capaces de descubrir agujeros negros no nos debe llevar a pensar que el hombre puede dominar y doblegar la vida, toda la vida... un simple virus nos ha hecho entender que somos frágiles, débiles, indigentes... Esta situación nos está obligando y seguirá haciéndolo, a entendernos como seres relacionales, nos está obligando a valorar la cercanía y la solidaridad, nos damos cuenta y nos obliga a desterrar de nuestras vida el individualismo, la indiferencia, el egoísmo, no solo a nivel personal, esto es mucho mas amplio, a nivel mundial , en la relación de los pueblos y las naciones, cosa que el sistema de intercambio en el que estamos imbuidos y en el que el dinero es parte muy decisiva va a impedir porque se alimenta de la imposición y genera rompimiento, separación.
Y concluyo, la lección que yo saco de todo esto es que hemos de ser mas humildes, mas contemplativos, mas abiertos al don de la inteligencia y la naturaleza, mas respetuosos con el medio y quien lo habita, el mundo no es nuestro, somos parte de el, pero no es nuestro, lo habitamos, pero no tenemos derecho a destruirlo. La humanidad ahora mismo gime con dos heridas: la de la muerte ( virus) y la de la vida( hambre), de nosotros, solo de nosotros, dependerá que sane y pueda recuperarse.
Esperamos que Santa María madre de Dios , nos ayude en esta ardua tarea que tenemos delante y que es un deber.
¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO !!!
José Rodríguez Díaz
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