sábado, 26 de diciembre de 2020

2020: el año en que la soledad y el aislamiento social se multiplicaron


 Hace casi tres años, la ex primera ministra británica Theresa May anunciaba la creación del Ministerio de la Soledad, cuya denominación podría retrotraernos a una novela distópica clásica.

Muchos medios que se hicieron eco de la noticia no precisaron que, en realidad, se trataba de una Secretaría de Estado, pero era lo de menos. Los datos de un informe elaborado por una comisión parlamentaria evidenciaban un grave problema: 200.000 mayores no habían hablado con un familiar o con un amigo durante más de un mes, aunque el mal de la soledad llegaba a afectar a nueve millones de personas, un 13,7% de la población.

Otras investigaciones en países como Canadá o Estados Unidos han confirmado que nos sentimos solos, lo cual no es sinónimo de estar solos, porque uno puede sufrir la soledad rodeado de gente, tanto en el trabajo como en casa. En nuestro país, uno de cada tres jóvenes menores de treinta años la había sufrido en la última semana, según el Informe España 2020, elaborado por la Cátedra José María Martín Patino de la Cultura del Encuentro, de la Universidad Pontificia Comillas. Curiosamente, el porcentaje bajaba conforme aumentaba la edad: el 18% de los encuestados entre 30 y 60 años y el 14,7% de los mayores de 60 años se sentían solos.

Una parte del citado informe aborda La soledad del siglo XXI, obra de Fernando Vidal y Amaia Halty, quienes se han valido de un sondeo realizado a mil personas en la Comunidad de Madrid en diciembre y enero para extraer una conclusión: «El riesgo de soledad existencial que nos amenaza a cada uno de nosotros, la desconexión con el sentido de nuestro mundo y lo que somos. La soledad del siglo XXI se produce en el más profundo ámbito del ser. Es el propio siglo XXI el que siente soledad respecto a la Historia y necesita saber qué es».

Dos de cada diez personas se sentían solas a comienzos de año, una situación que se agravaría con la pandemia. Pero ya entonces las mujeres (21%) la acusaban más que los hombres (18,5%); y los separados (35%), solteros y viudos (32%), más que los casados (10,3%). Este sentimiento afectaba a más de la mitad de los parados, a uno de cada cuatro estudiantes y al 17,6% de los trabajadores. La desigualdad social y ser inmigrante doblaban la soledad, mientras que vivir en una gran ciudad pasaba factura a uno de cada cuatro habitantes. Por otra parte, el aislamiento social afligía a una de cada cinco personas (al 26% de forma leve y al 3% de modo intenso), las mismas que carecen de un grupo de amigos.

«La soledad ya estaba ahí, pero el coronavirus la ha hecho mucho más visible. De hecho, el 90% de los encuestados manifiestan que está creciendo y con la pandemia se ha disparado. El confinamiento ha provocado que las personas con lazos débiles de amistad los hayan ido perdiendo, lo que ha causado un gran impacto, sobre todo en los mayores, pues les ha impedido desarrollar una actividad social. Este problema es preocupante y debemos actuar con urgencia», afirma Agustín Blanco, director de la Cátedra Martín Patino y coordinador del Informe España 2020, quien advierte de que el 31% de los jóvenes se sienten solos pese a estar más conectados a través de internet y las redes sociales.

Lo achaca a que necesitan el contacto con los demás, empezando por sus amigos. «Comunicarse a través de una pantalla refleja que esos instrumentos no contribuyen a una mayor sociabilidad, sino que aumentan su aislamiento. Pueden estar juntos, cada uno con su móvil, pero esa actitud no se traduce en una comunicación básica. En el futuro veremos cómo les afecta psicológicamente, sobre todo a los adolescentes», cree el sociólogo de la Universidad Pontificia Comillas, quien pone como ejemplo a los hikikomori, chavales japoneses que se aíslan en sus habitaciones y dejan de relacionarse, una patología con casos en Europa y en España, aunque allí alcanza al 0,5% de la población.

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