sábado, 5 de diciembre de 2020

LA PALABRA DEL DOMINGO. DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO. CICLO B



UNA VOZ GRITA EN EL DESIERTO


Los textos que se nos ofrecen para la Eucaristía de este segundo domingo de Adviento vienen cruzados por una  idea y que no es otra mas que el consuelo. Así  en la primera lectura el profeta Isaías nosa dice : " Consolad, consolad a mi pueblo...", luego  San Pedro en la segunda lectura nos recuerda que "el Señor no tarda en cumplir su promesa " y finalmente el Evangelio  de San Marcos en donde  el Bautista  predica el perdón de Dios e invita a la conversión: " preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos".

Estos textos están llenos de una fuerza increíble pues aunque son textos oídos una  y no se cuantas veces, en la situación que nos está tocando vivir suenan  novedosos, con fuerza y llenos de  consuelo, animándonos a fortalecer la esperanza y  la búsqueda del Señor en el devenir de los días que es desde y donde, además  de otros espacios, se nos revela y reconforta.

 Es tiempo de conversión en esperanza, es tiempo de abrir nuestras ventanas, nuestros sentidos, nuestro corazón para escuchar atentamente lo que el Señor nos está susurrando  con el paso de las horas y los días.

 Es tiempo de escuchar  la voz del Señor  y la de los hermanos, es tiempo, en una palabra, de  despertar a  la solidaridad  ante  situaciones de desconcierto que  padece un mundo herido. 

Nosotros, como las doncellas de la parábola, hemos de estar con nuestras  lamparas llenas de  aceite para alumbrar, para dar nuestra luz, que no es otra mas que la fe, la esperanza y la caridad, mostrando y enseñando al mundo  el amor  de Dios. Es tiempo de urgencias para los doloridos, los perdidos, los temerosos, los desconsolados, los abatidos, los que nos saben que caminos hacer... 

Los cristianos hemos de estar atentos, muy atentos a ello, pues aunque parezca que no, en nosotros debe habitar y de hecho habita, la fuerza del amor de Dios que desde su palabra quiere consolar y necesita de nosotros para hacerlo como hizo con Isaías, con Pedro o Marcos en su momento. Hemos de estar prestos  para dejar en el corazón de tantos hombres y mujeres que no entienden, que inclusive, llegan a desesperar, el consuelo de Dios.

En el Salmo pedimos al Señor que nos muestre su misericordia y nos de su salvación. Y el Señor lo  hará, claro que lo hará, pero quiere contar con los suyos, que somos nosotros y como dice San Pablo  vivamos con los mismos sentimientos de Cristo que con  El y nuestro esfuerzo haremos  que el consuelo de Dios  serene el corazón de los hombres abriendo  horizontes de sosiego, paz y  libertad.

¡¡Feliz segundo domingo de adviento !!

 José Rodríguez Díaz 

 

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