UNA VOZ GRITA EN EL DESIERTO
Los textos que se nos ofrecen para la Eucaristía de este segundo domingo de Adviento vienen cruzados por una idea y que no es otra mas que el consuelo. Así en la primera lectura el profeta Isaías nosa dice : " Consolad, consolad a mi pueblo...", luego San Pedro en la segunda lectura nos recuerda que "el Señor no tarda en cumplir su promesa " y finalmente el Evangelio de San Marcos en donde el Bautista predica el perdón de Dios e invita a la conversión: " preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos".
Estos textos están llenos de una fuerza increíble pues aunque son textos oídos una y no se cuantas veces, en la situación que nos está tocando vivir suenan novedosos, con fuerza y llenos de consuelo, animándonos a fortalecer la esperanza y la búsqueda del Señor en el devenir de los días que es desde y donde, además de otros espacios, se nos revela y reconforta.
Es tiempo de conversión en esperanza, es tiempo de abrir nuestras ventanas, nuestros sentidos, nuestro corazón para escuchar atentamente lo que el Señor nos está susurrando con el paso de las horas y los días.
Es tiempo de escuchar la voz del Señor y la de los hermanos, es tiempo, en una palabra, de despertar a la solidaridad ante situaciones de desconcierto que padece un mundo herido.
Nosotros, como las doncellas de la parábola, hemos de estar con nuestras lamparas llenas de aceite para alumbrar, para dar nuestra luz, que no es otra mas que la fe, la esperanza y la caridad, mostrando y enseñando al mundo el amor de Dios. Es tiempo de urgencias para los doloridos, los perdidos, los temerosos, los desconsolados, los abatidos, los que nos saben que caminos hacer...Los cristianos hemos de estar atentos, muy atentos a ello, pues aunque parezca que no, en nosotros debe habitar y de hecho habita, la fuerza del amor de Dios que desde su palabra quiere consolar y necesita de nosotros para hacerlo como hizo con Isaías, con Pedro o Marcos en su momento. Hemos de estar prestos para dejar en el corazón de tantos hombres y mujeres que no entienden, que inclusive, llegan a desesperar, el consuelo de Dios.
En el Salmo pedimos al Señor que nos muestre su misericordia y nos de su salvación. Y el Señor lo hará, claro que lo hará, pero quiere contar con los suyos, que somos nosotros y como dice San Pablo vivamos con los mismos sentimientos de Cristo que con El y nuestro esfuerzo haremos que el consuelo de Dios serene el corazón de los hombres abriendo horizontes de sosiego, paz y libertad.¡¡Feliz segundo domingo de adviento !!
José Rodríguez Díaz
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