sábado, 21 de noviembre de 2015

Papa Francisco en homilía en Santa Marta:

20 de noviembre de 2015.-  
 Radio Vaticano /
  Que la Iglesia no esté apegada al dinero y al poder, que no adore “el santo soborno”, que su fuerza y su alegría sean la palabra de Jesús: es lo que ha dicho el Santo Padre durante la homilía de la Misa celebrada en Santa Marta.
Proceso degradante que ensucia la Iglesia
Partiendo de la primera Lectura tomada del Libro de los Macabeos, que cuenta la alegría del pueblo por la consagración del templo que había sido profanado por los paganos y el espíritu mundano, Papa Francisco comenta la victoria de los que habían sido perseguidos por el pensamiento único.
El Pueblo de Dios hace fiesta, se alegra porque se reencuentra con “su propia identidad”. “La fiesta, explica, es una cosa que la mundanidad no sabe hacer ¡No puede hacer!.
“Como mucho el espíritu mundano nos lleva a divertirnos un poco, un poco de ruido, pero la alegría viene solo de la fidelidad a la Alianza.En el Evangelio Jesús expulsa a los mercaderes del Templo, diciendo: ‘Está escrito: Mi casa es una casa de oración. Vosotros, sin embargo, habéis hecho de ella una cueva de ladrones’”. Como durante la época de los Macabeos, el espíritu mundano “había tomado el lugar de la adoración al Dios viviente”. Pero esto ahora “sucede de otra forma”.
“Los jefes del Templo, los jefes de los sacerdotes, dice el Evangelio, y los escribas habían cambiado un poco las cosas. Habían entrado en un proceso de degradación y habían ensuciado el Templo. ¡Habían ensuciado el Templo! El Templo es una imagen de la Iglesia. La Iglesia siempre, ¡siempre!, tendrá la tentación de la mundanidad y la tentación de un poder que no es el que Jesús quiere para ella. Jesús no dice: ‘No, no se hacer esto. Hacedlo fuera’. Dice: ‘¡Habéis convertido el templo en una cueva de ladrones’. Y cuando la Iglesia entra en este proceso de degradación al final está muy sucia. ¡Muy fea!”.
El apego al dinero y al poder da lugar a la rigidez
Es el peligro de la corrupción: “Siempre existe en la Iglesia la tentación de la corrupción. Y cuando la Iglesia, en vez de ser fiel al Señor Jesús, al Señor de la paz, de la alegría, de la salvación. Cuando en vez de hacer esto se acoge al dinero y al poder. Esto sucede aquí, en este Evangelio. Estos jefes de los sacerdotes, estos escribas adoraban al dinero, al poder y tenían olvidado el espíritu. Y para justificarse y decir que eran justos, que eran buenos, habían cambiado el espíritu de libertad del Señor con la rigidez. Y Jesús, en el capítulo 23 de Mateo, habla de esta rigidez. La gente había perdido el sentido de Dios, también la capacidad de alegrarse, de alabar: no sabían alabar a Dios, porque estaban adorando el dinero y el poder, en una forma de mundanidad, como el otro en el Antiguo Testamento”. No confiéis en el “santo soborno” sino en la palabra de Jesús
Los escribas y los sacerdotes se enfadaban con Jesús
“Jesús expulsa del Templo no a los sacerdotes o a los escribas sino a los que negociaban, a los comerciantes del Templo. Pero los jefes de los sacerdotes y escribas estaban relacionados con ellos: ¡había un santo soborno allí!. Recibían de estos, estaban pegados al dinero y adoraban a este ‘santo’. El Evangelio es muy fuerte. Dice: “Los jefes de los sacerdotes y los escribas trataban de hacerlo morir y también los jefes del pueblo’.
Lo mismo que sucedió en tiempos de Judas Macabeo. ¿Y por qué? Por este motivo: ‘No sabían que hacer porque todo el Pueblo estaba pendiente de sus palabras y lo escuchaban’. La fuerza de Jesús era su palabra, su testimonio, su amor. Y donde está Jesús no hay sitio para la mundanidad, no hay lugar para la corrupción. Esta es la lucha de cada uno de nosotros, esta es la lucha cotidiana de la Iglesia: siempre Jesús, siempre con Jesús, siempre pendiente de sus labios, para escuchar su palabra, y nunca buscar seguridades donde hay cosas de otro amo. Jesús nos había dicho que no se puede servir a dos señores: o Dios o las riquezas. O Dios o el poder”.
“Nos hará bien,concluye el Papa, rezar por la Iglesia. Pensar en los muchos mártires de hoy que, por no entrar en este espíritu de mundanidad, de pensamiento único, de apostasía, sufren y mueren. ¡Hoy! Hoy hay más mártires en la Iglesia que en los primeros tiempos. Pensemos. Nos hará bien pensar en ellos. Y también pedir la gracia de que nunca, nunca entremos en este proceso de degradación hacia la mundanidad que nos lleva al apego al dinero y al poder”.

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