sábado, 21 de noviembre de 2015

La principal guerra, es la guerra del hambre

Entrevista a José Palazón presidente de PRODEIN, organización que trabaja al pie de las frontera de Melilla, y muestra de primera mano la situación de los inmigrantes empobrecidos, que intentan llegar a Europa.

José Palazón es crítico con la “militarización de fronteras que se está imponiendo sin ninguna vergüenza”

¿Hay que poner límites a la inmigración?
-Bueno, se están implantando desde hace años, pero no hay ninguna medida que frene a quien huye de la guerra y del hambre. Ahora se ha puesto de moda diferenciar entre refugiados e inmigrantes económicos, pero en realidad la principal guerra en este mundo es la que se libra contra el hambre, que es la que más mata. Ante tanta urgencia, los límites jamás funcionarán.

Pero el hambre mata, como dice, y hay muchos menores con importantes carencias…
-Mira, en julio visité un hospital de Burkina Faso donde trataban la desnutrición infantil severa (hambre). Ver aquello en el siglo que estamos, acudir a un centro en el que ves morir a niños de hambre, es un crimen. Entiendo que haya familias que huyan de ese horror porque se les ha muerto un hijo y no quieren que se les mueran más. Se ponen a andar, y no hay límites que valgan. Ellos tienen la razón y la fuerza.
¿Qué situación se está viviendo en Melilla actualmente?
-El trato que está dando España a los refugiados es criminal. Hay un dato que hay que dar a conocer. Se habló mucho de los subsaharianos que saltaban la valla el año pasado, pero de los más de 7.000 inmigrantes que entraron, ni la mitad fueron subsaharianos. La mayor parte eran sirios y palestinos. Entonces no había una oficina de asilo, y tenían que entrar a Melilla pagando cada uno de ellos hasta 3.000 euros. Tenían derecho a pedir refugio, pero tuvieron que pagar, algo que Marruecos siempre ha silenciado.
¿Hasta cuándo se vivió esa situación?
-Hasta septiembre de 2014, cuando se abrió la oficina de asilo. Está en el lado español, pero han llegado a un acuerdo de tal manera que es Marruecos el que controla el acceso, y no se ha permitido la entrada a ninguna persona de color. Será la única oficina de solicitantes de asilo para blancos que existe en el mundo.
¿Y cómo es el día a día de los sirios que piden refugio?
-Se establecen cuotas de 20 a 30 solicitantes cada día, pero tienen que pagar a la Policía marroquí. Si no pagan, no pasan, y eso está creando una bolsa de gente en el lado marroquí -unos 2.000 sirios y palestinos- que se ha quedado sin dinero. No pueden abonar esas cantidades, y las familias se ven obligadas a separarse. Hay gente que se queda viviendo en la calle, cuando en realidad son refugiados que escapan de una guerra con todo el derecho al asilo.
¿Hay muchas familias rotas?
-Ahora mismo puede haber unas quinientas familias separadas. El padre con un hijo en un lado, y la madre con el resto en otro… Normalmente van pagando de uno en uno, primero la mujer y algún niño, y cuando se quedan sin dinero esperan a reunir lo suficiente, o aguardan algún despiste de la policía para intentar saltar la valla.
¿Los niños también pagan?
-Sí, los últimos niños que han pasado han tenido que pagar 400 euros. Cada día, en el lado marroquí hay una especie de mercadillo donde llega la gente con su dinero. Si tú tienes mil euros y hay otro de 3.000, lógicamente pasa el segundo. Es criminal porque se subasta el tique de entrada de ese día a la frontera. España está intentado utilizar a Marruecos como ahora Europa a Turquía. Es una política que se está generalizando, y que es totalmente contraria a la legalidad internacional. España ha subrogado el control de la frontera a la policía marroquí, y de ahí ha nacido un negocio sucio.
¿Hay dificultad para informar sobre lo que está ocurriendo?
-Sin duda. El Gobierno español ha estado negando sistemáticamente durante más de diez años que se estuvieran produciendo devoluciones en caliente, y es a raíz de unos vídeos que publicamos en marzo cuando el gobierno tuvo que reconocer que lo hacían. Existen dificultades para contar la realidad, hay un empeño por silenciar lo que está ocurriendo, con una actitud muy agresiva hacia los informadores.
Suya es una fotografía, ‘Paisajes de desolación’, que muestra la valla de Melilla desde un campo de golf, y que dio la vuelta al mundo. ¿Persisten esos contrastes?
-Sí, no necesariamente en ese mismo lugar, pero claro que la gente se sigue jugando la vida encima de la valla. Ni tan siquiera se la juegan porque piensen que en este lado van a estar mejor, se la juegan porque en el otro lado no se puede vivir. Vienen porque quieren seguir vivos.

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