sábado, 14 de marzo de 2015

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO CUARTO DEL TIEMPO ORDINARIO. DOMINGO LAETARE. CICLO B.


EL QUE BUSCA, ENCUENTRA .


Ya entrados en este domingo cuarto de cuaresma  conocido como el domingo de la alegría, nos encontramos que a Jesús le llega una visita sorprendente, inesperada y amparada en la oscuridad de la noche: nada más  y nada menos que un maestro de la ley que viene a consultar y plantear dudas y preguntas. Viene buscando.
Jesús no se niega, le atiende, le escucha, y no se anda con rodeos, le dice la verdad, y dónde está el origen de la oscuridad y las dudas que atosigan a este hombre ya entrado en años, a Nicodemo. Le dice donde está la luz. En la noche empieza a amanecer para este que busca la verdad desde la sinceridad. 
Jesús conversa con Nicodemo que va a visitarle a escondidas y le habla de la luz, de la alegría de sentirse iluminado por el Espíritu del Señor, de la libertad de los hijos de Dios para vivir sin andar ocultándose de uno mismo y de los demás, de no dejar que ningún recoveco de su vida sea una caverna de dudas y desazones que roben alegría y espontaneidad a la vida. Es necesario dejarse iluminar por la luz de la palabra que es el mismo Jesús. Se hace necesario, se impone, salir de las oscuridades que a veces atraviesan la existencia como una sombra de nubes que impiden ver más allá de lo cotidiano.
Se hace urgente dejar a un lado nuestras seguridades para vivir desde la seguridad de Dios que, a veces, para nosotros, y en muchas ocasiones, se muestran a los ojos del mundo como inseguridades y perplejidad.
El camino de Nicodemo es muy significativo: pasa de la oscuridad de la noche -dudas, miedos, preguntas- y, después de la respuesta que se le da, al resplandor del pleno día.
Nicodemo no solo dará testimonio de Jesús ante los suyos en el juicio al que le someten, al amanecer, sino también, en pleno día, ayudando a descolgar al Maestro de la cruz.
Nicodemo buscaba la verdad, quería la verdad y se acercó a la luz, a Jesús, y en Él la encontró y, de tal manera, que su vida cambió. 
Nicodemo era un hombre mayor que ya tenía la vida hecha. Pudo pensar perfectamente que no tenía necesidad de complicarse la existencia. Pero no, quería la verdad y la buscó. Y la verdad se le mostró en plenitud, la verdad le hirió y le devolvió la alegría y el entusiasmo que se habían quedado rezagados en el pasado de sus días.
Creo y pienso que  nosotros, tanto a nivel eclesial como indivual, tenemos mucho que aprender del amigo Nicodemo.
Feliz día del Señor.

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