LA DESPEDIDA
Omar
se estrecha en un abrazo con la persona que le dio la vida. Ella teme
por su destino, él intenta transmitirle confianza. Ninguno de los dos
sabe que ese momento no se repetirá en mucho tiempo. Él quisiera
congelar en su memoria ese instante y todo lo que lo rodea.
Parte una mañana hacia Maradí (Níger), su hermana lo espera. Necesita la bendición de su Dios para emprender su viaje. Llaman al Imán de la mezquita y leen juntos el Khoram durante 5 horas. Omar ya se siente preparado, empaca sus pocas pertenencias.
Parte una mañana hacia Maradí (Níger), su hermana lo espera. Necesita la bendición de su Dios para emprender su viaje. Llaman al Imán de la mezquita y leen juntos el Khoram durante 5 horas. Omar ya se siente preparado, empaca sus pocas pertenencias.
PUERTAS DEL DESIERTO
Su próximo destino es Arlit (Níger), puertas del desierto. Su primo, gran conocedor de la ciudad, le consigue al mejor para atravesar el Desierto de Tamanrasette (Argelia). Todo tiene su precio, los ahorros comienzan a esfumarse. Las pocas señales que se ven por el camino, son de muerte: ¿humano o animal?, huesos. Un día y una noche dura la travesía.A tan solo 5 km antes de llegar a Tamanrasette, son abandonados a su suerte. El conductor no puede continuar, podría tener problemas. Omar intenta mantener la calma, cree poder ver la ciudad desde allí. No tiene “papeles” y las fronteras están cerradas. Reza a su Dios, sus esperanzas siguen intactas.Es la primera vez en su vida en que estaba en un sitio en el que la gente no tiene su mismo color de piel.
Su próximo destino es Arlit (Níger), puertas del desierto. Su primo, gran conocedor de la ciudad, le consigue al mejor para atravesar el Desierto de Tamanrasette (Argelia). Todo tiene su precio, los ahorros comienzan a esfumarse. Las pocas señales que se ven por el camino, son de muerte: ¿humano o animal?, huesos. Un día y una noche dura la travesía.A tan solo 5 km antes de llegar a Tamanrasette, son abandonados a su suerte. El conductor no puede continuar, podría tener problemas. Omar intenta mantener la calma, cree poder ver la ciudad desde allí. No tiene “papeles” y las fronteras están cerradas. Reza a su Dios, sus esperanzas siguen intactas.Es la primera vez en su vida en que estaba en un sitio en el que la gente no tiene su mismo color de piel.
DECISIONES
Otra
vez toca partir. Recuerda a su madre, se encomienda nuevamente a su
Dios. Otro autobús, otro día y otra noche viajando. Pasará por Ghardaia
(Argelia) para llegar a Orán. Allí un amigo lo espera, Rabiu. Comienzan a
trabajar juntos en la construcción, le enseñará a Omar cómo
desenvolverse en este nuevo mundo. Los meses van pasando, Rabiu decide
partir; pero Omar aún no se siente preparado. Debe ordenar su vida,
continuar trabajando, ayudar a su madre.
Las noticias llegan a pesar de la distancia: Rabiu ha cruzado a Europa.
MARRUECOS
El
siguiente destino es Marruecos, para ello contacta con un “conocedor”
del camino, que también pondrá precio. Pasan la noche en su casa. Omar
ya no viajará solo, lo acompañan 5 personas más.
Oujda,
uno de los puntos más importantes de la ruta subsahariana, antesala a
Europa. Entrarán caminando, pasando por varios poblados. Omar confía,
siente que está ya a un paso de conseguir su “sueño”: a Omar le encantan
los camiones y quisiera estudiar mecánica, llegar a Europa haría
posible su sueño.
LOS CAMPAMENTOS
Otra
vez vuelven a ser abandonados antes de llegar. Logran entrar a Oujda y
se dirigen a uno de los asentamientos, ubicado en un recinto a cielo
abierto perteneciente a la universidad de esa ciudad. Omar comprende las
reglas, busca al responsable de su comunidad, quien da el visto bueno
para su estancia allí, pago de por medio; dispone ahora de unos pocos
metros cuadrados, su “hogar” será una tienda hecha con plásticos, mantas
y palos de madera. Poco es el dinero con que cuenta y aún queda camino
por recorrer, teme por su supervivencia. Sólo dos noches pasará allí.
NI BRÚJULAS, NI MAPAS
Nador
será el próximo punto del mapa al que deben llegar, pero antes irán
hasta Taourit. No llevan ni brújulas ni mapas, solo la memoria les
guiará, recordando las palabras que alguien pronunció.
Deben
esperar el tren de mercancías, aguardan dos días allí, duermen en la
estación. Unos cartones les sirven de refugio y de escondite. La segunda
noche es la elegida para partir. Pasan tres horas y el tren sigue su
marcha, Omar tiene un mal presentimiento. Se acerca a un lugareño y le
pregunta hacia dónde se dirigían. Se dirigía al otro extremo de
Marruecos, Casablanca. la peor noticia, el grupo comienza a alterarse.
Omar los tranquiliza, se bajan en la siguiente estación, Taza, y toman
un autobús directo a Nador.
EL CEMENTERIO
Sus
pies pisan Nador y la Estación de policía es lo primero que ven.
Procuran ser invisibles. Deben llegar a Beni Enzar, a poco kilómetros de
allí. La noche como mejor compañera. Una vez en la estación de Beni
Enzar deben encontrar el cementerio para ascender hasta el Monte Gurugú.
Esas eran las indicaciones. Pero no hacen más que volver al punto de
partida, una y otra vez, llaman a un hombre que vive en este monte, la
espera dura hasta las 5 de la madrugada. Los lleva a la cima y les
ofrece un lugar para descansar.
EL GURUGÚ
“En
el Gurugú, Omar no puede creer lo que sus ojos ven: personas viviendo
en condiciones inhumanas. Teme que esa vida le devore”. Cuentan los
pocos dirhams que les quedan, reúnen 300. Importe que les cubre la
estancia semanal a todo el grupo; las reglas de juego: oír, ver, callar,
obedecer.
Una
especie de gobierno a cielo abierto, es necesaria la organización de la
vida allí. Omar se encarga de la cocina, los mediodías para su grupo y
las noches para los de su comunidad Hausa. Para ello, diariamente, harán
varios kilómetros cuesta abajo en busca de alimentos y agua. Se come
solo si consiguen algo.
28 de marzo de 2014: SENTIRSE MORIR
No
sabe exactamente cuántos eran, pero las noticias del día siguiente
anuncian que por lo menos fueron 800 personas. Esa madrugada reciben la
orden. El gran día ha llegado. No salen todos al mismo tiempo. Omar y
otros más esperan en el pumbin (escondite). Cuando las fronteras queden
libres de vigilancia, ese será el momento.
Omar
cree no necesitar escaleras, él tiene la fuerza y la energía, es su
primer intento de paso. No puede permitirse pasar más tiempo en ese
monte, debe ayudar a su madre. Comienza a ascender hasta que sus manos
comienzan a sangrar: se han topado con las cuchillas. Omar siente el
llamado a la oración de las mezquitas cercanas. Desea rezar, pero en
otro idioma, “en español”.
Ya
han llegado las fuerzas marroquíes, intentan atraparlo. Los segundos
son vitales y Omar los está perdiendo. Siente como si le aventasen un
gancho en su espalda, bajarlo de allí es el objetivo. Ya no tiene mas
fuerzas. Cae.
Su
mirada se dirige al cielo, siente que un escalofrío le recorre, no
puede mover su cuerpo por más que lo intente. Unas voces le ordenan que
se levante. “No puedo”, responde. Eso parece insultarlos, se empeñan en
ponerlo de pie, Omar vuelve a caer. Y sobre él, palos de madera rebotan
con una brutalidad despiadada. Omar cree comprenderlo todo, un llanto le
nace desde lo más profundo.
Nunca
nadie le explicó qué se siente al morir, pero él ya le ha puesto
nombre. Pide que avisen a su madre, quiere despedirse. La ambulancia
llega finalmente, Omar ya no tiene noción del tiempo transcurrido. Lo
suben, junto a más heridos, para trasladarlos al hospital. La música
comienza a sonar a un volumen intolerable. Omar les ruega compasión;
pero son desoídas sus súplicas.
EL HOSPITAL
Nadie
acude a su llamado. Omar se encuentra en la sala de urgencias, con más
personas que tuvieron una suerte parecida. Las lágrimas vuelven a
brotar. Desearía desaparecer, está agotado y quebrado su cuerpo en
partes.
Por
primera vez en mucho tiempo, alguien le pregunta cómo se llama, cómo
está y si tiene hambre. Personal de la Delegación de Migraciones se hace
presente en el hospital, Omar desconoce la existencia de organizaciones
que ayudaran a migrantes. Por un momento, creyó estar en España.
El
dolor intenso y el llanto se hacen compañeros de Omar durante días. Su
cuerpo sigue sin responderle. Un doctor se le acerca y le informa de su
situación. Omar recibe las peores noticias: problemas graves en sus pies
y su espalda. Deben operarlo y luego tendrá que hacer rehabilitación,
pero no le pueden asegurar que pueda volver a caminar. Omar ya dejó de
oír lo que el doctor le sigue explicando, sólo retumba en su cabeza la
pregunta “¿que será de mi vida ahora?”
La
única persona que conocerá su suerte será su hermana. Omar le pide que
guarde silencio para con su madre, la conoce muy bien y no quiere
preocuparla.
LA FE MUEVE MONTAÑAS
Tras
cuatro meses de rehabilitación, Omar abandona el hospital y continúa el
proceso de forma ambulatoria. Ahora su hogar estará en la iglesia de
Nador. Los resultados comienzan a notarse, muy despacio comienza a mover
sus pies. Su Fe permanece intacta, anhela volver a andar para doblar
sus rodillas y rezar en la Mezquita más cercana. Sus piernas comienzan a
responderle. Vuelve a caminar con la ayuda de un andador.
Omar sigue en contacto con Daniela. Aquí, una de las fotografías que le ha enviado, junto a su madre.
“Hoy sólo puede aconsejar a quien desee realizar este viaje, que no lo haga”
EL REGRESO
Volver
a su Níger, un pensamiento que lo ha acompañado en más de una
oportunidad. Dios lo es todo para él y Omar acepta que esto es lo que Él
le tenía preparado para su vida, su destino. Recuerda a sus amigos que
ya están en Europa. Por momentos se arrepiente de haber emprendido esta
“aventura”. Hoy sólo puede aconsejar a quien desee realizar este viaje,
que no lo haga. Omar quisiera olvidarlo todo.
Siente
y sabe que hoy no puede intentarlo nuevamente, no así. Se convence que
regresar es la mejor opción. Su madre lo espera ansiosa.
No
sabe qué le espera, intenta con todas sus fuerzas imaginar su futuro.
Se ilusiona con empezar una nueva vida. Sólo tiene 23 años. Confía en
que su Dios algo pueda hacer por él. “Tengo la vida, gracias Dios”,
repite.
Autor: Daniela Frechero
Autor: Daniela Frechero
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