- Francisco Prieto preside en la catedral compostelana la misa del patrón de España, denunciando que “es inaceptable utilizar a los migrantes o refugiados como arma política”
- “La corrupción es un pecado que erosiona la confianza en las instituciones”, alertó el pastor gallego ante Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda.
El arzobispo de Santiago de Compostela, Francisco Pietro, lanzó hoy desde el Obradoiro un alegato en favor de la dignidad de los migrantes, con la resaca todavía de los altercados sucedidos hace unos días en Torre Pacheco y el debate político agitado sobre las deportaciones. Se trata de una de las alocuciones episcopales más comprometidas en favor de los migrantes que se ha escuchado en estas semanas desde un altar de nuestro país.
“Nuestra más firme condena: ni violencia racista ni criminalización colectiva”, sentenció en la homilía de la eucaristías que que presidió en la catedral compostelana con motivo de la festividad del patrón de España y que concelebró, entre otros, con el cardenal emérito Antonio María Rouco Varela y el arzobispo emérito compostelano Julián Barrio.
Desarraigo y abuso
“Es inaceptable utilizar a los migrantes o refugiados como arma política, cuando ya acumulan dolor por el desarraigo y el abuso de las mafias”, enfatizó Prieto, que era escuchado desde la nave central por el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, y el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Ante ellos, reclamó una “necesaria acogida e integración” de los migrantes “desde una perspectiva legal y fraterna”.
“El cristiano no puede vivir hoy de espaldas a quienes hoy sufren la guerra, la expulsión, el desarraigo, la falta de oportunidades y la soledad”, expresó el prelado en otro momento de su alocución, desde el convencimiento de que “el prójimo siempre tiene un rostro concreto y allí nos espera el Señor”.
Sin miedo
El más, el pastor gallego instó a los presentes a “alzar la voz sin miedo en defensa de quienes sufren hoy gravísimas injusticias: víctimas de las guerras, mujeres esclavizadas por la trata y la prostitución, la falta de vivienda y de un trabajo digno y seguro”.
En estos “tiempos de incertidumbre” por guerras, crisis económicas, cambios sociales, enfermedades y soledad, Prieto hizo un llamamiento para no dejarse llevar “por el desánimo”. “La esperanza cristiana no es un optimismo barato que se basa en que todo va a salir bien”, puntualizó el pastor.
Albergues espirituales
Desde ahí reivindicó las raíces cristianas de Europa que emana del Camino de Santiago. Por ello, deseó que “nuestras comunidades sean albergues espirituales”, a la vez que defendió “los valores occidentales de la dignidad y la fraternidad.
En clave interna eclesial, subrayó la necesidad de promover “la unidad en las diferencias” frente a la “simple uniformidad”, en un canto a “la armonía de lo diverso, de las diversas personas y pueblos”. Desde ahí, presentó a la Iglesia como “un hogar para todos, especialmente para los descartados, una comunidad que no pregunta primero por el estatus legal, la procedencia o el éxito”.
Contra la guerra
En su homilía, Prieto tampoco se olvidó “la barbarie” que está aconteciendo en Gaza: “Pongamos fin a esta dramática situación humanitaria”. De la misma manera, pidió acabar “con el sufrimiento del pueblo ucraniano en una guerra sin sentido” desde “una paz justa basada en el derecho y en la igualdad dignidad”.
A los representantes políticos, les instó a poner “el servicio” a la ciudadanía como horizonte “por encima de las legítimas diferencias”, a la vez que reclamó “erradicar cualquier forma de corrupción” puesto que “su existencia constituye un obstáculo para el bien común, una herida en el corazón de la justicia y un pecado que afecta a la dignidad humana que erosiona la confianza en las instituciones“. Para rematar su homilía, pidió la bendición del Apóstol para la Familia Real.
Por su parte, el presidente de la Xunta, que ejerció como delegado regio en la Ofrenda al Apóstol Santiago, urgió a “recuperar la integridad y el respeto a la ley” en una España “enfrascada en la polarización extrema” y “manchada por prácticas impropias de personas decentes”. En su intervención, planteó la necesidad de lograr “un punto de equilibrio” en lo que a la regularización y la acogida de los migrantes se refiere, además de mostrar su preocupación por la “turismofobia” que planea sobre Compostela.
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