sábado, 2 de abril de 2016

LA PALABRA DEL DOMINGO

Domingo Segundo de Pascua . - La Divina Misericordia - Ciclo C. 
Jun. 20,19-31.



 EL TERRENO DE DIOS
    Espero no equivocarme cuando pienso que a ninguno se nos escapa que el tema que se nos ofrece en el texto de hoy  nos pregunta por nuestra fe en el Resucitado.
 A los que somos  creyentes el tema de la fe nos  parece algo normal, de andar por casa.  Creer no nos acarrea problemas, al contrario, nos ayuda a entenderlos, solucionarlo o vivirlos desde una dimensión distinta a como los pueden vivir otras personas. Habrá alguna duda, pero se puede sobrevivir con ella.
 No obstante, si nos paramos a pensar  descubrimos como el asunto se complica  y cómo no es fácil para los que se acercan y quieren  saber y conocer a Jesús. Aceptarle como líder, como hombre bueno e inclusive como Hijo de Dios, vale, está bien. Pero el tema de la resurrección. ¿ Eso? Eso es otro cantar. Creer que  Jesús ha resucitado y aceptarle porque alguien nos lo diga, como le pasó a Tomás, no es cosa fácil.
 Se impone una experiencia que  embargue toda la existencia y que cambie modos de pensar y hacer las cosas, que cambie la vida. Todo el que se encuentra con este dilema  no está dispuesto a ello.
 El asunto pide una aceptación radical y total del acontecimiento que luego desembocará en una exclamación de aceptación,  como llegó ha hacerlo Tomás cuando tuvo delante a Jesús que le invitó a acercarse. No antes y no por mucho que los compañeros le dijeran, Tomas aceptó.

  Al pensar  en nuestro propio camino de fe nos damos cuenta  de que no ha sido cosa de coser y cantar, contando que pueden haber excepciones, claro, pero no es lo normal. Se impone la búsqueda, la reflexión y si lo tomamos en serio hasta el  sufrimiento, porque nos vamos dando cuenta de que no es aceptar y ya está, sino que hemos de negar nuestras evidencias  para  entrar en la del Resucitado. Si esto lo tuviesemos presente quizá se nos aplacarían nuestras decepciones cuando nos toca anunciar la palabra y nos encontramos conque, en muchas ocasiones, no se da la respuesta que nosotros deseáramos a la hora de anunciar la Buena Noticia. Debemos  tener siempre presente que  es un proceso que puede durar mucho porque  en toda persona hay ciertas resistencias como las hubo en nosotros y las sigue habiendo. Saber que no podemos ni tenemos fuerza para vencer  o anular
 la libertad y la voluntad de la persona, del receptor. Esto hemos de tenerlo bien claro.


Hemos de aceptar que el único que puede romper tal resistencia es el Señor y no nosotros, lo nuestro es preparar el camino con nuestro testimonio de palabra, de vida y de obra fiel y el Señor ya se encargará de lo demás y aquí es donde tropezamos con nuestras vanidades, nuestros orgullos y nuestro planes de evangelización que  son perfectos pero que, en muchas ocasiones, por no decir en casi todas, nos damos cuenta de que no llegan al corazón del hombre, del que escucha y es que ese terreno, el del corazón de los hombres y mujeres, no nos pertenece, es de Dios y no nuestro.

 El RESUCITADO ES EL GRAN REGALO QUE EL PADRE HACE A LA HUMANIDAD Y A LA CREACIÓN ENTERA.
  Es para nosotros, pero no es nuestro. Hemos de anunciarlo, pero no manipularlo,  compartirlo gratuitamente y no a cambio de... Celebrarlo con gozo y alegría pero sin marcarle ni ritmos ni tiempos al mismo Señor.
 El anuncio valiente, decidido y transparente por nuestra parte, será lo que  posibilite que los hombres o mujeres acepten a Jesús cuando se les acerque y les invite a tocar su costado, cuando Jesús les ofrezca su corazón.
Mientras tanto, hemos de vivir la alegría de su presencia renovadora, salvadora , misericordiosa, que pone en nuestras manos el ser mensajeros de tan grande y hermosa noticia: Dios nos ama y  nos lo ha demostrado en su querido y amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, resucitado para la salvación de toda la creación. Es el gran regalo de Dios a la Humanidad. 
¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!
 

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