"PERMANECED EN MI Y YO EN VOSOTROS"
(Jn..15,4)
Con este quinto domingo de Pascua es el tercero en el que oímos a Jesús que nos invita a vivir desde el amor en y desde distintos momentos. Lo ha ido haciendo primero, en aquella conversación con Pedro a la orilla del lago de Galilea en donde de forma reiterativa sonaba aquel " me quieres" para luego redirigir a Pedro al cuidado de los hermanos; en el domingo pasado le oíamos hablar identificándose con el pastor que cuida de sus ovejas a quienes les da la vida eterna, una entrega que no solo queda en palabras bonitas sino que se va plasmando en realidad a lo largo de su vida y sobre todo, en la entrega en los últimos días de su vida y en este domingo, nos encontramos en el momento de la intimidad, de la cena, en el recogimiento de una sala en donde la cercanía y el mirarse a los ojos no se pueden evitar cuando se dicen cosas tan importantes como las que Jesús comunica en ese momento. El ambiente es tenso porque lo que ha sucedido con Judas ninguno de los que está allí lo entiende, pero el Maestro lo suaviza todo, lo aligera hablando de esperanza, de futuro, de la gloria del Padre y, sobre todo, del amor que entre ellos se deben y que ha de ser salto y seña que les identifique en todo momento a los ojos del mundo como discípulos suyos y entre ellos.Los tres textos, como ya hemos dicho, nos llevan a momento, situaciones y espacios, distintos pero con un nexo que las hace inseparables, el amor... El amor entregado ( el buen pastor ); el amor correspondido ( Pedro, ¿me amas? ) y el amor de los caminos en donde todos van a poder ver y enjuiciar ( la señal por la que conocerán que son discípulos míos.)
De esta forma se forma y conforma el seguimiento de Cristo y desde ahí nos damos cuenta de todo lo que el mandamiento del amor guarda en sus entresijos y lo que para nosotros debe significar.No podemos, no debemos cansarnos de reflexionar y vivir esta dimensión tan cristiana, tan de Cristo, pero sin remilgos, de forma valiente y decidida, sabiendo que ese estilo de vida va a significar negación de uno mismo, gozo de sentirse invadido por Dios y entrega hasta el ultimo instante, ¿ no fué eso lo que el Maestro vivió ? Nosotros no podemos aspirar a algo que nos aparte de esto. Ya San Pablo nos lo apunta cuando nos dice aquello de que su vivir es Cristo y que ya no sabe hacerlo de otra forma ( Filp. 1,21) y en 1Cor. 14, 1, nos invita a buscar el amor. Lo tenía bien claro, si, pero eso no le impedía ni le exoneraba ante el esfuerzo cotidiano en la lucha y la entrega, como el Maestro, para que los hombres tercos y sin Dios le encontraran como causa, razón y ser de su existencia. Pablo era mucho Pablo y entendió a Jesús a la primera y a ello se dedico sin remilgos ni complejos.
En lo que respecta a los otros textos tenemos en la primera lectura el final del primer viaje misionero que Pablo realiza junto con Bernabé y cómo rinde cuentas de todo lo que sucedió; esto nos ayuda a entender que el nunca se sintió dueño de nada, sino un mandado ante y para la comunidad. Sabía, y así lo hizo, que tenía que rendir cuentas de como había ido todo ante los hermanos que le confiaron la misión y que se habían fiado de el. Por su decisión y arrojo se abren a los gentiles las puertas de la fe.
El texto segundo es del libro del Apocalipsis en donde Juan nos relata la visión que tiene del cielo y en donde se nos dice cual es la morada de los hombres y cómo Dios acampará entre ellos . Ellos serán su pueblo y Dios les acompañará. Es un texto muy hermoso y con reminiscencias del libro del Éxodo.Si leemos despacio estos tres textos nos damos cuenta de la riqueza que encierran y la cantidad de sugerencias que nos proponen para nuestra vida de creyentes.
¡¡Feliz domingo de la pascua del Señor!!
José rodríguez Díaz.