«Al drama que viven las personas forzadas a abandonar su tierra huyendo de guerras o de la pobreza, se une muchas veces el sentimiento de desarraigo, de no saber a dónde se pertenece. Los cristianos no podemos compartir esta mentalidad. El que acoge a un migrante, acoge a Cristo»
“Oremos para que los migrantes que huyen de las guerras o del hambre, obligados a viajes llenos de peligro y violencia, encuentren aceptación y nuevas oportunidades en la vida”,
El Pontífice explica que “debemos promover una cultura social y política que proteja los derechos y la dignidad del migrante. Y que los promueva en sus posibilidades de desarrollo. Y que los integre. A un migrante hay que acompañarlo, promoverlo e integrarlo”.
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