sábado, 1 de junio de 2024

LA PALABRA DEL DOMINGO. SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

MISTERIO Y COMPASIÓN.
Cada año nos reunimos  en torno a la Eucaristía para celebrar en ella la presencia real de Cristo que se queda, según su promesa, para ser  alimento no sólo del espíritu sino también de nuestro cuerpo, de nuestra voluntad a veces tan dolida y desmedrada. Jesús en la eucaristía siempre ha sido llamada que  quiere reconfortar, aliento que quiere empujarnos, alimento que quiere  saciarnos en esta  nuestra vida que tantas veces se ve vapuleada y aturdida por la  solicitudes externas que desconciertan y  e intentan seducir para llevarnos por caminos extraños a lo que el Señor nos propone.
La Eucaristía como signo de amor y de comunión nos ha de llevar,  por lo que ella misma significa, al encuentro con los otros, encuentro que en muchas ocasiones pasa por el perdón - tenemos que aprender a perdonar -, la solidaridad, la comprensión... todo lo que lleve a la proximidad, al prójimo.
 La Eucaristía como signo de amor y comunión nos ha de abrir al mundo, eso quiere decir que está llamada a hacernos libres total y absolutamente. Es una contradicción que  estemos comulgando  con frecuencia, si no diariamente y no  hayamos descubierto esa libertad que nos proporciona el sentirnos amados de Dios, recuperados, rehechos por Dios y es que el contacto, la frecuencia de Dios en nuestra vida, debe llevarnos mas allá, mucho mas allá de nuestros límites fronterizos, limites en donde  somos nosotros mismos los que a veces conscientemente  y otras no, los que  ponemos un " Danger" , peligro, porque en el fondo no estamos dispuestos  a darlo todo y preferimos guardarnos algo, esa tabla a la que agarrarnos por si las moscas.
 Hay que romper fronteras, desatar cuerdas, arriesgar, lanzarse al vació, como hizo Jesús , no confiando solo en nosotros,  sino sobre todo y fundamentalmente, en el Padre.



Si la Eucaristía es  entrega y permanencia de Cristo entre nosotros, reunirnos como sus seguidores, como Iglesia suya para celebrarlo, significa, debe significar, que estamos dispuestos ha hacer lo mismo que el hace y esto no  podemos pasarlo por alto.
 En el mundo  somos llamados a curar, venerar, respetar el cuerpo del hombre, que es también el cuerpo de Cristo. Nada sacamos  con poner la Eucaristía en hermosas custodias, si luego pasamos al lado de un pobre y ni siquiera le miramos.
 
¡¡Feliz día del cuerpo de Cristo !!

José Rodríguez Díaz 

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