sábado, 17 de diciembre de 2022

Montesquieu no garantiza la democracia


 

No se puede mantener viva una democracia sino se camina hacia adelante, hacia el Bien Común. Hoy la democracia en el mundo está en retroceso, y no se «mantiene» por la teórica garantía de la separación de poderes (Montesquieu). Condición necesaria pero no suficiente.

Como diría un viejo militante cristiano: lo que no camina hacia adelante, seguro que está yendo hacia atrás. Y esto sucede en las democracias actuales.

No puede haber democracia sin dedicación al Bien Común, y sin respeto a los derechos de los demás y de todos, y sin sensibilidad para las necesidades de los demás. Eso significa que la democracia, más que ningún otro sistema social y político, tiene necesidad de una sólida base moral.

¿Se rige la política actual según la justicia con los empobrecidos, con los más débiles, con los pequeños, con los inocentes? Parece que no. Y este es uno de los principales desafíos de la democracia.

Todo se relativiza. Incluso desde plataformas políticas que se etiquetan de católicas, donde se defiende el neocapitalismo materialista a la par que se condena el aborto; y viceversa, grupos cristianos donde se hace permeable las ideologías contra la vida y la solidaridad, donde se da pábulo al nacionalismo insolidario y a los pactos del gobierno de P. Sánchez. Ambas tendencias dentro del marco, dentro de los parámetros, hechos al molde del Imperialismo.

Asistimos atónitos a lo que sucede en España, en varios países de Europa, en Iberoamérica (véase Perú) y en otras zonas del mundo. La quiebra de la democracia en un país puede ser el resultado de un tira y afloja entre un líder «democrático» (y los intereses que se ocultan detrás) y un sistema político en decadencia o clara recesión moral. La erosión de la democracia tiene lugar poco a poco, a menudo en pasos diminutos. Cada uno de esos pasos se antoja insignificante, tal que por separado ninguno parece una amenaza real. Tenemos ejemplos suficientes en la reciente historia de Iberoamérica: Perón, Fujimori, Hugo Chávez… El proceso es muy similar: propuestas populistas frente a una injusticia real, control de los medios, reforma de las constituciones, domesticación del poder judicial, perpetuación del poder ejecutivo, etc… Incluso hemos visto como un presidente de los EEUU alentaba el asalto a su asamblea de representantes.

«Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de Derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana»

(Juan Pablo II, Centessimus Annus, 46).

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