sábado, 10 de julio de 2021

Albert Cortina «El Nuevo Orden Mundial necesita extender la ideología transhumanista»


 Publicado por Carmelo López-Arias / en ReL

Extracto de la entrevista

Nuevo Orden Mundial, Gran Reinicio, Nueva Normalidad… Es un proceso que ya está en marcha, declarado por sus propios impulsores, y que, como todos los totalitarismos, se asienta sobre una ideología: el transhumanismo.

Una de las primeras voces que alertó sobre las pretensiones transhumanistas en España fue Albert Cortina, abogado y urbanista, que acaba de publicar una obra que abarca todas las miradas posibles sobre la cuestión: ¡Despertad! Transhumanismo y Nuevo Orden Mundial (Eunsa).

-¿En qué se parece y en qué se diferencia el transhumanismo de otras ideologías?

-No sé si resulta acertado trazar similitudes y diferencias con las ideologías más conocidas. Yo me inclinaría por seguir la pista al denominado “humanismo evolutivo” como patrocinador de los valores de la ilustración, la racionalidad crítica, etc. Ese tipo de humanismo niega que la humanidad sea la causa final de la creación, y afirma que más bien la humanidad es una casualidad de la evolución natural.

-¿Cuáles son sus orígenes?

-La ideología transhumanista, en sentido estricto, puede remontarse en el tiempo a Julian Huxley (1887-1975), biólogo británico, quien siendo director general de la Unesco en 1946 y miembro fundador del Fondo Mundial para la Naturaleza, quiso establecer una religión científica, secular, inmanentista y global para las instituciones internacionales.

»Esa religión secular que proponía Julian Huxley -hermano de Aldous Huxley, el autor de la novela Un mundo feliz– se basaba en el humanismo científico, es decir, en un “humanismo evolutivo” cuya primera formulación se desarrolló en esa época y que seguramente fue el embrión de lo que después se ha venido a denominar “transhumanismo”.

-¿En qué consistía?

-Desde esa cosmovisión secular, el humanismo evolutivo siempre buscó la manera de trascender los límites de la naturaleza humana. En realidad -tal y como ha analizado muy bien el filósofo Rafael Monterde, estudioso de Julian Huxley-,  lo que proponía dicho precursor del transhumanismo era trascender la condición de especie para alumbrar, a través de la conciencia humana, una autoconciencia cósmica total que diese plenitud a la sustancia universal y única de la que forma parte.

»Se busca, de este modo, fusionar la mente humana con el cosmos para elevar al ser humano a una nueva fase de la historia evolutiva. Y es que la consciencia humana constituye para Julian Huxley una misión universal dentro del orden de la naturaleza y tiene el papel de transformar el cosmos para tornarlo autoconsciente.

-¿Hasta qué punto eso subvierte la visión del mundo más clásica?

-Con el transhumanismo se abre la posibilidad de una dirección consciente de la evolución. El ser humano ya no es un simple custodio de la creación de Dios sino que está destinado a ser el director de la evolución. Para esa cosmovisión, la evolución dirigida es la auténtica comprensión de las leyes naturales y del lugar que ocupa el ser humano dentro del universo. La humanidad tiene el deber moral de expandir su conciencia y su voluntad hacia los diferentes niveles de la realidad física. Ese es el auténtico cambio de paradigma evolutivo que nos propone el transhumanismo: la conciencia humana debe penetrar las raíces de la biología para darle visión, dirección y guía.

»En definitiva, la autoconciencia cósmica se está realizando en un pequeño fragmento del universo: en alguno de nosotros, los seres humanos. La misión científico-religiosa que supone la creencia en el transhumanismo implica que el ser humano podrá trascender su condición humana para llevar su conciencia fragmentada hacia una autoconciencia cósmica universal.

-¿Cómo afecta esta ideología a la idea de trascendencia y a la religión?

-Para los transhumanistas, los seres humanos no pueden rechazar la tarea de autotrascenderse, es decir, de elevar la existencia del cosmos a la altura de su espíritu. Este deber que le ha sido encomendado al ser humano tiene como norma privarse de la ignorancia y potenciar su conciencia para desarrollar todas las facultades humanas, tanto a nivel individual como colectivo.

Albert Cortina aborda en ¡Despertad! todos los aspectos posibles del transhumanismo: filosófico, científico, técnico, religioso… Foto: Gabriel González de la Torre.

»De acuerdo con todo lo expuesto anteriormente, podemos afirmar que ya desde sus orígenes el credo transhumanista resulta ser, en realidad, un misticismo científico de carácter utópico. Una religión secular de la mente entendida como la auténtica sustancia universal. Así también podemos ver el transhumanismo como un credo que defiende la inmanencia divina en la naturaleza. Y es que desde sus inicios, con Julian Huxley, la religión secular del transhumanismo pretende ser la nueva religión global.

-¿En qué movimientos puede descubrirse una relación con el transhumanismo?

-En los inicios del transhumanismo podemos encontrar propuestas “morales” de la eugenesia de la sociedad británica de principios del siglo XX que apostaba por la mejora humana para potenciar el nacimiento de los más aptos y capacitados y engendrar, de este modo, una generación de supercapacitados para liderar el imperio británico.

»En la actualidad, la ideología del transhumanismo/posthumanismo bebe, entre otras,  de esas fuentes y cristaliza con éxito en un momento en que el Nuevo Orden Mundial avanza en su construcción. A su vez, el transhumanismo forma parte de lo que podríamos denominar la “modernidad líquida” y las “ideologías disolventes” de la naturaleza humana características de la postmodernidad, y especialmente, de la hipermodernidad “gaseosa”.

»Finalmente, también podríamos encuadrar dicha ideología en el conjunto del pensamiento “trans” (transhumanismo, transgénero, transespecie…) y de la cultura emergente del mejoramiento humano y de la libertad morfológica que promueve el derecho a diseñar el cuerpo según el propio deseo.

– ¿Tiene puntos débiles la ideología transhumanista, tan segura de sí misma?

-Creo que el principal punto débil del transhumanismo que se nos propone actualmente -principalmente desde el mundo anglosajón- se centra en que las premisas teóricas de las cuales parte son materialistas y reduccionistas, es decir, reducen al ser humano a su dimensión material, fundamentalmente genética y neuronal, e identifican el pensamiento únicamente al funcionamiento cerebral.

»En ese análisis coincido plenamente con la doctora Elena Postigo, directora del Instituto de Bioética Francisco de Vitoria y pionera en España en el estudio de los desafíos bioéticos del transhumanismo. Y es que los transhumanistas reducen la dignidad de la persona a sus aspectos tangibles como la calidad de vida o la capacidad de decidir libre y autónomamente, sin tener en cuenta su dimensión trascendente y espiritual.

-¿Y por qué es tan importante esa dimensión?

-El humano mejorado y ampliado biotecnológicamente en sus capacidades físicas y cognitivas, como pretenden los transhumanistas, no tiene por qué ser más humano en su bondad ni una persona más feliz. Desde mi punto de vista, la liberación de la condición biológica humana que nos propone el transhumanismo no dará por sí misma sentido y propósito a la vulnerabilidad humana, la fragilidad, el sufrimiento y la muerte, todas ellas características propias de nuestra naturaleza humana.

»Liberándose de esa condición humana, y liberándose de Dios, el “nuevo hombre” -o sea, el transhumano- se cree libre y elevado a un nivel de existencia superior. Sin embargo, pronto aparece el carácter ilusorio de su liberación y de su exaltación. El nuevo ser humano desconoce que Aquel contra quien lucha, a quien olvida y niega es, en realidad, el fundamento de su grandeza, ya que el ser humano no es el mismo si no es a través de la iluminación de su conciencia que recibe como un don por la gracia y de la conexión íntima de su alma y de su espíritu con el Creador.

»El transhumanismo se presenta como una revelación del ser humano para poder tener fe en el mismo. Pretende situar al ser humano en el lugar de Dios.


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