viernes, 10 de abril de 2020

NO QUIERE BAJAR DE LA CRUZ.



Estoy cansado de verte en la cruz
por tanto tiempo, tantos años.
Así que ahora mismo voy a coger
escalera, tenazas y martillo
y voy a arrancarte de esos clavos
para que vuelvas a andar por la tierra
como hacías en la Galilea de aquellos años:
sembrando esperanzas,
dando de comer a la gente,
curando a los enfermos,
rezando y cantando.
Bueno, no sé, no sé si tu cantabas
cuando ibas de un sitio para otro por los caminos
polvorientos con los pies descalzos,
o cuando te subías a la barca
para ir  hasta el otro lado
y seguir predicando...y seguir amando.

No me bajes de la cruz.
No me arranques de estos clavos.
No quieras borrar la señal de mi bondad
y mi reclamo.
Que yo les sigo queriendo,
que yo les sigo amando
lo mismo que en aquellos días
cuando andaba predicando.
Que no hay prueba de entrega mas grande
que la de haber sido y estar,
por puro amor,
en una cruz crucificado.
Así que...
deja esa escalera en su sitio,
olvida tenazas, martillo y clavos;
que lo que tú debes hacer
bien lo sabes.
Es lo mismo que yo hice
cuando andaba
por los caminos de mi tierra predicando.
Así que en eso es en lo que  te has de empeñar,
que para eso, y no para otra cosa,
es para lo que te he llamado.
Olvida, te repito, martillo, escalera,
tenazas y clavos
y dedícate a aprender lo que es estar 
en una cruz, por amor, crucificado.

José Rodríguez Díaz

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