sábado, 9 de noviembre de 2019

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C.
Luc. 20,27-38.

SOLO ES EL PRINCIPIO DE UNA GRAN AVENTURA
    Son los Saduceos , un grupo minoritario  dentro de la sociedad Judía de la época de Jesús, los que en esta ocasión le plantean al Maestro un tema que, si  fue polémico en su tiempo, aún lo sigue siendo. El tema de la resurrección de los muertos y, como en aquella época, también en la nuestra hay diversidad de opiniones sobre el asunto  y diversas formas de entenderlo, unos lo entienden como reencarnación, otros como volver de nuevo a la vida y otros que no hay nada de nada. 
 La postura de Jesús la podemos  apreciar en la respuesta que da a estos hombres que le plantean  desde un supuesto muy concreto, la veracidad o no de la resurrección.
 Jesús no se arredra ante el tema y  deja bien claro que sí hay resurrección de muertos, pero no como ellos  pensaban, volver de nuevo a la vida tal cual la dejamos al fallecer,  o  en una nueva vida  pero  no ya  humana.
     La respuesta  de Jesús viene  planteada desde el Dios de la vida haciendo alusión a los patriarcas,  Abrahan,  Isaac,  Jacob que es el mismo  que se manifiesta a Moisés.
 Nuestro Dios, nos dice, es Dios de vivos , no de muertos, el Dios que da la vida y que la conserva siendo fiel a la alianza hecha a los padres y que renueva constantemente con cada uno de nosotros.
 Dentro de toda la polémica, lo discípulos primero, y luego la comunidad cristiana, la iglesia, va entendiendo que la respuesta de Jesús no queda  en un tejas abajo, sino que  está hablando de la misma vida de Dios. Desde las enseñanzas del Maestro entendemos que  esta vida no es lo definitivo y que sí es un caminar a algo nuevo ,  a la novedad de Dios que se nos va entregando, que vamos comprendiendo y que nos lleva a aceptar, primero la Resurrección de Jesús  y por ende  la nuestra. Jesús Resucitado es el eslabón de nuestra gran esperanza. El lo dirá en muchas ocasiones y en El, el primero, nos dirá San Pablo, estamos todos  los que aceptando su propuesta, caminamos y vivimos como hijos de Dios, lo aclamamos como Padre y ponemos toda nuestra existencia en sus manos, en quien hallaremos  plenitud.
 Nuestra vida  de ahora tiene vocación de plenitud, de infinito. Siendo imagen de Dios, como nos dice el libro del Génesis, es el mismo Dios el que  completara esa imagen haciéndonos suyos de forma definitiva sin perder nuestra personalidad, esto que somos.

   Ahí radica la esperanza sostenida por la fe  que nos lleva al amor pleno: el Padre.
¡¡Feliz día del Señor!!

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