DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C.
Luc. 20,27-38.
SOLO ES EL PRINCIPIO DE UNA GRAN AVENTURA
Son los Saduceos , un grupo minoritario dentro de la sociedad Judía de la época de Jesús, los que en esta ocasión le plantean al Maestro un tema que, si fue polémico en su tiempo, aún lo sigue siendo. El tema de la resurrección de los muertos y, como en aquella época, también en la nuestra hay diversidad de opiniones sobre el asunto y diversas formas de entenderlo, unos lo entienden como reencarnación, otros como volver de nuevo a la vida y otros que no hay nada de nada.
La postura de Jesús la podemos apreciar en la respuesta que da a estos hombres que le plantean desde un supuesto muy concreto, la veracidad o no de la resurrección.
Jesús no se arredra ante el tema y deja bien claro que sí hay resurrección de muertos, pero no como ellos pensaban, volver de nuevo a la vida tal cual la dejamos al fallecer, o en una nueva vida pero no ya humana.
La respuesta de Jesús viene planteada desde el Dios de la vida haciendo alusión a los patriarcas, Abrahan, Isaac, Jacob que es el mismo que se manifiesta a Moisés.
Nuestro Dios, nos dice, es Dios de vivos , no de muertos, el Dios que da la vida y que la conserva siendo fiel a la alianza hecha a los padres y que renueva constantemente con cada uno de nosotros.
Dentro de toda la polémica, lo discípulos primero, y luego la comunidad cristiana, la iglesia, va entendiendo que la respuesta de Jesús no queda en un tejas abajo, sino que está hablando de la misma vida de Dios. Desde las enseñanzas del Maestro entendemos que esta vida no es lo definitivo y que sí es un caminar a algo nuevo , a la novedad de Dios que se nos va entregando, que vamos comprendiendo y que nos lleva a aceptar, primero la Resurrección de Jesús y por ende la nuestra. Jesús Resucitado es el eslabón de nuestra gran esperanza. El lo dirá en muchas ocasiones y en El, el primero, nos dirá San Pablo, estamos todos los que aceptando su propuesta, caminamos y vivimos como hijos de Dios, lo aclamamos como Padre y ponemos toda nuestra existencia en sus manos, en quien hallaremos plenitud.
Nuestra vida de ahora tiene vocación de plenitud, de infinito. Siendo imagen de Dios, como nos dice el libro del Génesis, es el mismo Dios el que completara esa imagen haciéndonos suyos de forma definitiva sin perder nuestra personalidad, esto que somos.
Ahí radica la esperanza sostenida por la fe que nos lleva al amor pleno: el Padre.
¡¡Feliz día del Señor!!
Luc. 20,27-38.
SOLO ES EL PRINCIPIO DE UNA GRAN AVENTURA
Son los Saduceos , un grupo minoritario dentro de la sociedad Judía de la época de Jesús, los que en esta ocasión le plantean al Maestro un tema que, si fue polémico en su tiempo, aún lo sigue siendo. El tema de la resurrección de los muertos y, como en aquella época, también en la nuestra hay diversidad de opiniones sobre el asunto y diversas formas de entenderlo, unos lo entienden como reencarnación, otros como volver de nuevo a la vida y otros que no hay nada de nada.
La postura de Jesús la podemos apreciar en la respuesta que da a estos hombres que le plantean desde un supuesto muy concreto, la veracidad o no de la resurrección.
Jesús no se arredra ante el tema y deja bien claro que sí hay resurrección de muertos, pero no como ellos pensaban, volver de nuevo a la vida tal cual la dejamos al fallecer, o en una nueva vida pero no ya humana.
La respuesta de Jesús viene planteada desde el Dios de la vida haciendo alusión a los patriarcas, Abrahan, Isaac, Jacob que es el mismo que se manifiesta a Moisés.
Nuestro Dios, nos dice, es Dios de vivos , no de muertos, el Dios que da la vida y que la conserva siendo fiel a la alianza hecha a los padres y que renueva constantemente con cada uno de nosotros.
Dentro de toda la polémica, lo discípulos primero, y luego la comunidad cristiana, la iglesia, va entendiendo que la respuesta de Jesús no queda en un tejas abajo, sino que está hablando de la misma vida de Dios. Desde las enseñanzas del Maestro entendemos que esta vida no es lo definitivo y que sí es un caminar a algo nuevo , a la novedad de Dios que se nos va entregando, que vamos comprendiendo y que nos lleva a aceptar, primero la Resurrección de Jesús y por ende la nuestra. Jesús Resucitado es el eslabón de nuestra gran esperanza. El lo dirá en muchas ocasiones y en El, el primero, nos dirá San Pablo, estamos todos los que aceptando su propuesta, caminamos y vivimos como hijos de Dios, lo aclamamos como Padre y ponemos toda nuestra existencia en sus manos, en quien hallaremos plenitud.
Nuestra vida de ahora tiene vocación de plenitud, de infinito. Siendo imagen de Dios, como nos dice el libro del Génesis, es el mismo Dios el que completara esa imagen haciéndonos suyos de forma definitiva sin perder nuestra personalidad, esto que somos.
Ahí radica la esperanza sostenida por la fe que nos lleva al amor pleno: el Padre.
¡¡Feliz día del Señor!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario