sábado, 29 de diciembre de 2018

Populismos del siglo XXI, ¿han venido para quedarse?

Por desgracia asistimos al surgimiento de nuevos populismos que aparecen a un lado y a otro del espectro político, bien en Europa o bien en EEUU cuando creíamos que era un fenómeno anclado en los peores tiempos del siglo XX.


El hecho de que las nuevas generaciones tengan condiciones laborales peores que las de sus padres, o la pérdida de derechos por gran parte de la población en las crisis provocadas, ha desatado un estado de indignación y frustración, que en muchas ocasiones se ha canalizado por el sentimiento, con propuestas de soluciones “rápidas” y “contundentes”.
Pero el populismo no ha surgido solo en los países del Sur de Europa con altas tasas de paro, o en los estados deprimidos del medio oeste norteamericano, sino en zonas con pleno empleo en países como Alemania[1], regiones donde en las elecciones han subido los partidos neonazis. ¿Por qué?
Dentro de este clima, la estrategia usada por esta corriente populista es doble.
De un lado, polarizan a las sociedades, fomentando además el sentimiento de miedo al migrante empobrecido, o el odio a la “casta política” corrupta…
De otro, generan un clima de frustración democrática al ser ésta incapaz de dar respuesta eficaz a las numerosas reclamaciones que tiene la sociedad. Establecen de esta forma dinámicas de aglutinación de estas reivindicaciones en las que se arrogan el estatus de representantes del “pueblo elegido” que, con sus propuestas, puede liberarse de estas opresiones, de estas agresiones al estado de bienestar al que dicen servir.

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