sábado, 1 de septiembre de 2018

Enfermedades del siglo XVI devoran la carne de los niños africanos. ¡Injusticia!


Mientras las farmacéuticas se esmeran en patentes de productos relacionados con la cosmética o enfermedades que tienen apenas el 15 % de la humanidad; o nos esmeramos en subir nuestra “calidad de vida” a costa de los países empobrecidos, suceden cosas en el mundo que nos devuelven al siglo XVI. Enfermedades como el noma brotan con fuerza en lugares de África. Una enfermedad que se come literal y prácticamente la carne de los rostros de los niños. Realmente impresionante.
Una nueva investigación arroja algo de luz sobre los factores de riesgo de esta peste no contagiosa, el noma. Una enfermedad directamente ligada a la miseria, a la falta de alimentación, una consecuencia directa de la miseria y el hambre.

Un equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) ha analizado 74 casos atendidos en el primer hospital del mundo dedicado al noma, establecido en Sokoto, una ciudad mayoritariamente musulmana en el noroeste de Nigeria. Sus resultados certifican lo evidente. El noma se ceba con los niños de las familias más pobres de las aldeas más pobres de los países más pobres. Es la pobreza al cubo. El principal factor de riesgo es la miseria.
“No escondas a tu hijo en casa”, pide un folleto informativo de la Organización Mundial de la Salud. Se dirige a las familias de niños con noma, una enfermedad olvidada de origen desconocido que destruye sus rostros en cuestión de días. Noma, en griego, significa devorar.
Y eso es lo que ocurre, literalmente. Comienza como una simple llaga en las encías y rápidamente se convierte en una gingivitis necrosante y ulcerosa que perfora los músculos, la piel y los huesos. Los afectados desprenden un olor fétido. La OMS calcula que 140.000 niños contraen el noma cada año. Si no reciben tratamiento antibiótico, el 90% de ellos muere, muchos ya sin nariz y con un agujero en la cara que deja a la vista su mandíbula. Los que sobreviven quedan desfigurados de por vida.

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