sábado, 15 de septiembre de 2018

EL PAPA FRANCISCO HA DICHO



El Papa en Santa Marta 13-9-18: «Sólo los misericordiosos se parecen a Dios Padre»


* «Éste es el estilo cristiano, ésta es la forma de vida cristiana. Pero si no hago estas cuatro cosas: Amar a los enemigos, hacer el bien a los que me odian, bendecir a los que me maldicen y rezar por los que me maltratan, ¿no soy cristiano? Sí, eres cristiano porque has recibido el bautismo, pero no vives como un cristiano. Vives como un pagano, con el espíritu de la mundanalidad. No puedes entrar en la lógica del acusador. “Pero padre, debo acusar”. Sí, acúsate a ti mismo. Te hará bien. La única acusación lícita que tenemos los cristianos es acusarnos a nosotros mismos. Para los otros sólo misericordia, porque somos hijos del Padre que es misericordioso»


El Papa en la Audiencia 12-9-18: «La verdadera esclavitud es la de no saber amar. Jesús rompe la esclavitud interior del pecado para hacer que el hombre sea capaz de amar»


«La misericordia de Dios nos libera. Y cuando te encuentras con la misericordia de Dios, tienes una gran libertad interior y también puedes transmitirla. Por eso es tan importante abrirnos a la misericordia de Dios para no ser esclavos de nosotros mismos… El amor verdadero es la verdadera libertad: aleja de la posesión, reconstruye las relaciones, sabe acoger y valorar al prójimo, transforma todo esfuerzo en don alegre, hace capaces de comunión. El amor te hace libre incluso en la cárcel, aunque seamos débiles y limitados»


Papa Francisco en el Ángelus 9-9-18: «Jesús enseña a hacer el bien en silencio, sin clamores ni ostentación»

«Nos quedamos sordos y mudos ante los dolores de las personas marcadas por enfermedades, angustias y dificultades. Demasiadas veces el enfermo y el sufriente se convierten en un problema, mientras que deberían ser una oportunidad para mostrar la preocupación y la solidaridad de una sociedad hacia los más débiles. Se trata de abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas que sufren y necesitan ayuda, evitando el egoísmo y el cierre del corazón. Es precisamente el corazón, es decir, el núcleo profundo de la persona, lo que Jesús vino a “abrir”, a liberar, a hacernos capaces de vivir plenamente nuestra relación con Dios y con los demás. Él se hizo hombre para que el hombre, sordomudo interiormente por el pecado, pueda escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y así aprenda a hablar, a su vez, el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad y entrega»




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