La semana pasada publicabamos un articulo del teólogo Gonzáles Faus que titulaba " La preocupante teología intemporal de nuestros obispos" en donde hacia un analisis crítico sobre la instrucción pastoral última de la Conferencia Episcopal Española para la doctrina de la fe y que lleva por título " Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo."
Hoy ofrecemos un resumen de ella muy esquematizado y donde hemos hecho algunos recortes por motivo de espacio, para que nuestros lectores tengan posibilidad de contrastar y tener juicio propio. No obstante si desean leerla entera la pueden encontrar en la página de la "Conferencia Episcopal Española".
Hoy ofrecemos un resumen de ella muy esquematizado y donde hemos hecho algunos recortes por motivo de espacio, para que nuestros lectores tengan posibilidad de contrastar y tener juicio propio. No obstante si desean leerla entera la pueden encontrar en la página de la "Conferencia Episcopal Española".
II. Estructura del documento
El documento que consta de 47 números que
permiten una mejor lectura del mismo. Se divide en cuatro
capítulos con una amplia Introducción (nn. 1-6),
que lo sitúa, exponiendo la finalidad del mismo y su alcance
pastoral en cuanto documento que sirve a la proclamación de la
fe, siempre al servicio del anuncio cristiano y de la acción
evangelizadora. El documento sale a la luz en un momento de especial
significado, cuando se cumplen 50 años de la creación de la
Conferencia Episcopal Española y los obispos en plena comunión con
el Papa Francisco se hallan empeñados en impulsar la misión
evangelizadora de la Iglesia como “guías fraternos del pueblo de
Dios”. Cmo tales proclaman la fe en Jesucristo que da razón de
ser a la misión.
Capítulo I: “Anunciamos a Jesús, Hijo de
Dios encarnado, revelador del origen y destino del ser humano”
[7-15]. Este capítulo prolonga la introducción mostrando el
contenido y alcance del anuncio cristiano: la humanidad de Jesucristo
es la humanidad del Hijo de Dios, nacido de María Virgen, de
suerte que la encarnación es realidad y no mitología, pero
porque es así, la confesión de fe de la Iglesia incluye la asunción
por el Verbo de una humanidad concreta, históricamente determinada.
Esta confesión de fe incluye la divinidad de Jesús y su
nacimiento virginal de María. La «carne» del Verbo es de
María, pero es creación de Dios en las entrañas de la Virgen y
lugar de la salvación. Este principio alcanza del mismo modo a la
resurrección, a la cual el documento se refiere en la última parte.
Es importante este capítulo para dar razón
del concepto cristiano de Dios como Trinidad de personas, un concepto
de Dios inseparable de la confesión de fe en la divinidad de
Jesucristo. Es asimismo importante para mejor comprender la idea del
hombre que ofrece la revelación bíblica. Se tienen en cuenta en
este capítulo las limitaciones de la exégesis crítica para
dar razón del dogma de Cristo
No hay separación entre el «Jesús de la
historia» y el «Cristo de la fe». El anuncio cristiano
del único Cristo Jesús tropieza con el racionalismo
que no deja a Dios obrar en el ámbito de la «carne», de la
«materia»; porque sólo admite la acción de Dios en la
interioridad de los creyentes (Benedicto XVI). Dios, sin embargo, no
opera tan sólo en el reducto interior de la conciencia, se ubica en
la historia, en un fragmento de la historia y en él se revela con
proyección universal el misterio del amor de Dios. Por esto mismo es
imposible privatizar el anuncio de Cristo en la sociedad: «La fe en
Cristo ha impregnado de humanismo trascendente las tradiciones
religiosas, culturales y jurídicas compartidas duran te siglos por
los países occidentales» [n. 13].
Capítulo II: “Jesucristo revela la verdad
de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo” [16-24]. Introduce en el
misterio de la Persona divina de Cristo y abre la confesión de fe
a la Trinidad de Dios, imposible de sostener sin la afirmación
de la divinidad de Jesucristo. Se lleva a cabo en esta parte una
aproximación al misterio trinitario de Dios. Jesús es portador
del Espíritu y la afirmación del Nuevo Testamento de ser Jesús
la encarnación del Lógos, y cuanto afirma de la acción de
Dios en él mediante el Espíritu (nacimiento virginal, misión,
muerte y resurrección), no se reduce a lenguaje simbólico sobre la
actuación del único Dios. La Trinidad no es lenguaje sino
realidad entitativa en Dios. El Padre es el origen y patria de
Jesús como Unigénito de Dios, lo cual permite el discurso teológico
sobre la unidad del Hijo con el Padre. El Espíritu Santo, que
actúa en la humanidad de Jesús es la fuente de la alegría
exultante del Hijo encarnado que sostiene el anuncio de la salvación,
y la revelación del amor y la misericordia del Padre. Este amor
misericordioso alcanza a los seres humanos y los redime por medio de
la misión de Jesús, y de modo privilegiado llega a los pequeños,
pecadores y necesitados, a los pobres.
Capítulo III:
“Jesucristo, Salvador universal” [25-35]. El capítulo
confiesa la fe en Jesús como Salvador único y universal. No sólo
se fundamenta cuanto se afirma en el Nuevo Testamento, teniendo en
cuenta los recursos exegéticos, sino también en la enseñanza de
los santos Padres y la evolución del dogma cristiano que cristaliza
en las formulaciones conciliares. A estas enseñanzas se agregan las
intervenciones del magisterio eclesiástico sobre una recta
comprensión de los aspectos positivos de las religiones no
cristianas según el espíritu y la letra de la Declaración Nostra
aetate del Vaticano II. El documento toma como referencia
magisterial el Catecismo de la Iglesia Católica, la
Declaración Dominus Iesus
(6.8.2000), y algunas Notas de la Congregación para la Fe.
Asimismo, sin entrar en el análisis de los elementos de eclesiología
incorporados al documento, en este capítulo se formulada la fe en el
misterio de salvación en cuanto mediado en la predicación y las
acciones sacramentales de la Iglesia, de suerte que es imposible
separar la misión salvífica de la Iglesia del envío de los
apóstoles por Jesús resucitado y el carácter de mediación
sacramental de la salvación en la Iglesia, a la cual define el
Concilio como «sacramento universal de salvación».
Capítulo IV: “El encuentro con Jesucristo
Redentor, principio de renovación de la vida cristiana y meta del
anuncio evangélico» [36-46]. Se centra, finalmente, en la obra
redentora de Jesucristo por medio del misterio pascual. Cristo ha
redimido a la humanidad mediante su muerte y resurrección con
conciencia de entregarse al designio del Padre para la salvación.
Jesús asume el designio del Padre en obediencia de Hijo en plena
libertad frente a la muerte, haciendo posible la interpretación
soteriológica desarrollada por el Nuevo Testamento a partir del
valor sacrificial que Jesús mismo da a su muerte y su comprensión
por él como acto supremo de amor en la obediencia al designio del
Padre. Algunos autores no parecen haber tomado con suficiente
consideración cuanto es posible decir, gracias precisamente al
análisis crítico científico del Nuevo Testamento, sobre los datos
que proporcionan la misma palabra y conciencia de Jesús y/o el
testimonio de los autores sagrados sobre ambas cosas (palabra y
conciencia de Jesús), cuya interpretación es inseparable del
misterio pascual tal como lo entiende la Iglesia.
Dios responde a la entrega de Jesús con la
resurrección, que el documento recuerda que es acontecimiento
alcanza la historia, siendo, sin embargo, realidad trascendente,
ya que la resurrección de Jesús no es una revivificación de un
muerto. El documento sale al paso de interpretaciones de difícil
conciliación con los datos del Nuevo Testamento y pretende deshacer
el prejuicio contrario a la soberanía de Dios sobre la realidad
material y corpórea del mundo creado. No son conciliables con la
doctrina de la fe opiniones que le son de hecho contrarias, que se
ofrecen documentalmente en nota. El misterio pascual hace patente en
sumo grado el carácter de la vida de Jesús como auto-comunicación
de Dios ofrecida en la pro-existencia de Jesús.
En transición hacia la Conclusión, el
último número de esta cuarta parte se refiere a la espiritualidad
de la evangelización que se alimenta en el Corazón de Cristo,
aludiendo al CLX aniversario de la introducción de la solemnidad del
Corazón de Jesús por el beato Pío IX en 1856. La conclusión
vuelve sobre la celebración del quincuagésimo aniversario el
significado de la clausura del Vaticano II y de la constitución de
la Conferencia Episcopal Española, para termina con un bello texto
del beato Pablo VI confesión y anuncio evangelizador ante cuatro
millones de católicos en Manila. Es un homenaje al Pontífice Romano
que condujo con sabiduría y santidad el desarrollo del Concilio como
herencia del santo papa Juan XXIII.
III. Recapitulación
El documento quiere ser memoria y anuncio
de la fe en Jesucristo, que da vida a la Iglesia y es contenido tarea
del ministerio episcopal al servicio de la evangelización.
Afirma de forma positiva descartándose, en
consecuencia las desviaciones de la misma, la fe de la Iglesia en
Jesucristo. Como obispos, guías fraternos del pueblo de Dios y
custodios de la fe apostólica, norma que mantiene en su identidad la
comunión eclesial, proclamamos que Jesucristo es Hijo eterno de
Dios, hecho carne y nacido de las entrañas virginales de María. Su
divinidad es inseparable de su humanidad, por medio de la cual el
Hijo de Dios entra en la historia de los hombres y del mundo, revela
el misterio de Dios y la vida de amor de la Santa Trinidad, abriendo
la comunión divina a los hombres por medio de la obra redentora
culminada en el misterio pascual.
Salvador universal, Jesucristo es el Mediador
único entre Dios y los hombres, razón de ser de la unicidad y
universalidad de la redención acontecida «en Él, por Él y en Él».
Todos los hombres, aun cuando practiquen religiones no cristianas,
reciben de Cristo la salvación, aunque la relación que una religión
no cristiana pueda decir a Cristo nos sea misteriosamente oculta a
nosotros y patente al conocimiento de Dios.
La salvación acontecida en el misterio pascual
de Cristo prolonga sus efectos en la mediación salvífica de la
Iglesia, a la cual sirve el ministerio apostólico.
El esquema seguido prolonga el mismo
esquema de la Instrucción «Teología y secularización en
España», acentuando el carácter de proclamación del misterio
de Jesucristo, tanto la verdad entitativa de Cristo como Hijo de Dios
(divinidad de Jesucristo); como por lo que se refiere a su humanidad,
el fragmento de humanidad que sostenido por el Verbo de Dios es el
lugar (topos) donde se da a conocer el Padre en el Hijo, Creador y
Redentor del hombre dando fundamento a la esperanza en la vida
eterna, anticipada en la resurrección de Jesucristo
Madrid, 6 de julio de 2016
Adolfo González Montes
Obispo de Almería y
Presidente de la CEDF
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