sábado, 9 de julio de 2016

LA PALABRA DEL DOMINGO

Domingo xv del tiempo ordinario. Ciclo C
 SAN LUCAS 10, 25-37


  EN LA CALLE… ESTÁN LAS HERIDAS
1.- Para encontrar al Dios vivo es necesario besar con ternura las llagas de Jesús en nuestros hermanos hambrientos, pobres, enfermos y encarcelados: es cuanto dijo el Papa Francisco en su homilía al celebrar la Santa Misa en la capilla de la Casa de Santa Marta, comentando el Evangelio propuesto por la liturgia del día en la fiesta de Santo Tomás Apóstol.
Y, esta reflexión del Papa (con certeras palabras) es válida perfectamente para la liturgia de este día. No hay que ir muy lejos, si abrimos los ojos, para encontrarnos con el rostro dolorido de Cristo. Es en las llagas de la humanidad que nos rodea donde podemos encontrar a Jesús. Quedarnos sólo en la meditación, además de peligroso, es incoherente en la vida cristiana: orar y trabajar, meditar y ayudar, escuchar y hablar han de ser los parámetros de nuestra identidad y adhesión a Jesús. Es en el cuerpo a cuerpo donde podemos ver, si es verdad, que somos cristianos auténticos o de palabra, de nombre o de práctica, por convencimiento o por tradición.
Para tocar al Dios vivo (también lo dijo el Papa Francisco) “no hace falta hacer un cursillo de actualización” sino socorrer al Dios vivo. Y, para ello, es necesario salir a la calle y tener el valor de ofrecer nuestra forma de pensar en cristiano, nuestra óptica sobre la vida, el amor, la familia y, por supuesto, la caridad. La caridad que es más que solidaridad.

2.- Prójimo es aquel que me exige salir de mí mismo para medir si, en verdad, la fe es operativa y práctica o se quedó en simple teoría
Prójimo es, tal vez, el que menos entra dentro de mis esquemas. Aquel que queda lejos de mis dominios y distante de los caminos por los que yo avanzo
Prójimo es quien constantemente me pregunta, con aquellas interpelaciones de San Ignacio, “qué he hecho por Cristo, qué hago por Cristo y qué debo hacer por Cristo”
Prójimo es quien me ayuda a pasar de una fe de conocimiento a una fe practicada y volcada en los demás
Prójimo es quien me invita a no instalarme en una piedad fría y bajar al sufrimiento del hombre
Prójimo es aquel que, sin darse cuenta, es acorralado por la sociedad opulenta robándole la riqueza interior
Prójimo es aquel que es vapuleado por la materialidad de las cosas y, una vez utilizado, es arrinconado en el olvido
Prójimo es aquel que inconscientemente se deja atacar en su dignidad antes que llevar o posicionarse en contra de las ideologías dominantes
Prójimo es aquel que ha sido arrastrado por las corrientes de lo inmediato, de lo pragmático y luego ha quedado sin respuestas tirado en el suelo
Prójimo es aquel que espera un detalle por nuestra parte y no sólo teorías o lecciones magistrales
Prójimo es aquel que nos corta el camino que habíamos emprendido para hacernos entender que a Dios se le gana con la misericordia y no con la razón
Prójimo es aquel que necesita de nuestro compromiso y de nuestra palabra, de nuestro consejo y de nuestra presencia. Lo contrario y lo más fácil, a veces, es dar un rodeo a las personas y a los acontecimientos, a los problemas y a las cruces que salen a nuestro encuentro: “ojos que no ven… corazón que no siente”
Prójimo es aquel que creyendo vivir en la verdad ha sido asaltado por los delincuentes de la mentira y de la farsa.
Prójimo es aquel que no puede o no sabe sostenerse por sí mismo; el zarandeado por el ladrón poderoso don dinero o el humillado por los usurpadores de conciencias y de las grandes verdades
Prójimo es aquel que, de la noche a la mañana, ha sido arrojado en el abismo de la incredulidad o de la desesperanza, de la tristeza o del desencanto por la vida
Prójimo es aquel que ha sido despojado de lo que era resorte y apoyo en su existencia por aquellos que cabalgan en el caballo del poder y del “todo vale” para que la sociedad se quede sin moral ni ética alguna
Prójimos son, en definitiva, las personas que salen a nuestro paso en mil circunstancias y con mil nombres y apellidos. 

3.- Si Jesús, el Buen Samaritano de primera división por excelencia, salió al borde del camino para recogernos a los que estábamos perdidos. Si cargó con nosotros y pagó con la moneda de su propia sangre por nosotros… ¿no debiéramos de interpelarnos si en nuestro cristianismo no nos atrincheramos en la doctrina olvidando su trasfondo?

4.- En este Año de la Misericordia, además de profesar las grandes verdades de nuestro catecismo nos viene a nuestro encuentro un interrogante: ¿hacemos algo por nuestro prójimo o, tal vez, nos hemos cansado de ayudar al ver tantas llagas abiertas en medio de nuestro mundo?

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