Domingo xv del tiempo ordinario. Ciclo C
SAN LUCAS 10, 25-37
EN LA CALLE… ESTÁN LAS HERIDAS
SAN LUCAS 10, 25-37
EN LA CALLE… ESTÁN LAS HERIDAS
1.- Para encontrar al Dios vivo es necesario besar con
ternura las llagas de Jesús en nuestros hermanos hambrientos, pobres,
enfermos y encarcelados: es cuanto dijo el Papa Francisco en su homilía
al celebrar la Santa Misa en la capilla de la Casa de Santa Marta,
comentando el Evangelio propuesto por la liturgia del día en la fiesta
de Santo Tomás Apóstol.
Y, esta reflexión del Papa (con certeras
palabras) es válida perfectamente para la liturgia de este día. No hay
que ir muy lejos, si abrimos los ojos, para encontrarnos con el rostro
dolorido de Cristo. Es en las llagas de la humanidad que nos rodea
donde podemos encontrar a Jesús. Quedarnos sólo en la meditación,
además de peligroso, es incoherente en la vida cristiana: orar y
trabajar, meditar y ayudar, escuchar y hablar han de ser los parámetros
de nuestra identidad y adhesión a Jesús. Es en el cuerpo a cuerpo
donde podemos ver, si es verdad, que somos cristianos auténticos o de
palabra, de nombre o de práctica, por convencimiento o por tradición.
Para tocar al Dios vivo (también lo dijo el Papa
Francisco) “no hace falta hacer un cursillo de actualización” sino
socorrer al Dios vivo. Y, para ello, es necesario salir a la calle y
tener el valor de ofrecer nuestra forma de pensar en cristiano, nuestra
óptica sobre la vida, el amor, la familia y, por supuesto, la caridad.
La caridad que es más que solidaridad.
2.- Prójimo es aquel que me exige salir de mí mismo para medir si, en verdad, la fe es operativa y práctica o se quedó en simple teoría
Prójimo es, tal vez, el que
menos entra dentro de mis esquemas. Aquel que queda lejos de mis
dominios y distante de los caminos por los que yo avanzo
Prójimo es quien constantemente
me pregunta, con aquellas interpelaciones de San Ignacio, “qué he hecho
por Cristo, qué hago por Cristo y qué debo hacer por Cristo”
Prójimo es quien me ayuda a pasar de una fe de conocimiento a una fe practicada y volcada en los demás
Prójimo es quien me invita a no instalarme en una piedad fría y bajar al sufrimiento del hombre
Prójimo es aquel que, sin darse cuenta, es acorralado por la sociedad opulenta robándole la riqueza interior
Prójimo es aquel que es vapuleado por la materialidad de las cosas y, una vez utilizado, es arrinconado en el olvido
Prójimo es aquel que
inconscientemente se deja atacar en su dignidad antes que llevar o
posicionarse en contra de las ideologías dominantes
Prójimo es aquel que ha sido
arrastrado por las corrientes de lo inmediato, de lo pragmático y luego
ha quedado sin respuestas tirado en el suelo
Prójimo es aquel que espera un detalle por nuestra parte y no sólo teorías o lecciones magistrales
Prójimo es aquel que nos corta
el camino que habíamos emprendido para hacernos entender que a Dios se
le gana con la misericordia y no con la razón
Prójimo es aquel que necesita de
nuestro compromiso y de nuestra palabra, de nuestro consejo y de
nuestra presencia. Lo contrario y lo más fácil, a veces, es dar un
rodeo a las personas y a los acontecimientos, a los problemas y a las
cruces que salen a nuestro encuentro: “ojos que no ven… corazón que no
siente”
Prójimo es aquel que creyendo vivir en la verdad ha sido asaltado por los delincuentes de la mentira y de la farsa.
Prójimo es aquel que no puede o
no sabe sostenerse por sí mismo; el zarandeado por el ladrón poderoso
don dinero o el humillado por los usurpadores de conciencias y de las
grandes verdades
Prójimo es aquel que, de la
noche a la mañana, ha sido arrojado en el abismo de la incredulidad o
de la desesperanza, de la tristeza o del desencanto por la vida
Prójimo es aquel que ha sido
despojado de lo que era resorte y apoyo en su existencia por aquellos
que cabalgan en el caballo del poder y del “todo vale” para que la
sociedad se quede sin moral ni ética alguna
Prójimos son, en definitiva, las personas que salen a nuestro paso en mil circunstancias y con mil nombres y apellidos.
3.- Si Jesús, el Buen Samaritano de primera
división por excelencia, salió al borde del camino para recogernos a
los que estábamos perdidos. Si cargó con nosotros y pagó con la moneda
de su propia sangre por nosotros… ¿no debiéramos de interpelarnos si en
nuestro cristianismo no nos atrincheramos en la doctrina olvidando su
trasfondo?
4.- En este Año de la Misericordia, además de
profesar las grandes verdades de nuestro catecismo nos viene a nuestro
encuentro un interrogante: ¿hacemos algo por nuestro prójimo o, tal
vez, nos hemos cansado de ayudar al ver tantas llagas abiertas en medio
de nuestro mundo?
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