sábado, 25 de octubre de 2014

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
 A lo largo de domingos anteriores hemos visto como han  ido desfilando ante Jesús  personas que representan los estamentos mas importantes  de la sociedad  judía de aquel tiempo: sumos sacerdotes, ancianos,  herodianos, saduceos..., en esta ocasión son los fariseos los que se acercan al Maestro a preguntarle, pero no con una pregunta sencilla y propia del que quiere saber, es  una pregunta  para ponerlo aprueba, para ver como piensa, para poder desautorizarle.

La pregunta de esta semana es clave en todo lo que  es  el mundo religioso de aquella época, lo mismo que en la nuestra. 

 La pregunta versa sobre  lo primero y principal que debe tener  el hombre en cuenta con respecto a Dios: "¿ Cuál es el mandamiento principal de la Ley ?".
Parece una pregunta de  niño, pero tiene su retranca pues  de como responda va a depender que ellos le puedan acusar o no. Y, no solo de como responda, sino de donde ponga los acentos: si se queda solo en Dios y olvida al hombre o al revés.
Si se queda solo en Dios y olvida al hombre, está despreciando a los profetas y sus enseñanzas y los mandamientos del Sinaí
 Si por el contrario se queda solo en el hombre, claramente desprecia a Dios, que es lo que ellos piensan que  hace  Jesús, no teniendo en cuenta la ley de no trabajar en sábado y otras.

Ellos le pregutan por el mandamiento principal de la Ley y Jesús  les responde con el primero y el segundo que es tan importante, dice, como el primero. De esa forma se  sitúa ante ellos y ante la gente.
A Dios se le adora y sirve en el servicio al hombre y al hombre se le sirve y reconoce desde Dios, en Dios.
Dios no es el hombre ni el hombre es Dios, pero  Dios sí que  se hace hombre y el hombre es imagen en ascenso de Dios.
Desde este situarse Jesús, podemos comprender que se derivan cosas muy importantes para nuestra vida como Cristianos, es decir, como seguidores suyos y por ende, para la Iglesia. Podemos entender que las Bienaventuranzas no son mera filantropía, sino que están motivadas por un amor mas profundo que los cristianos  hemos experimentados y estamos llamados a  vivir  y a anunciar, enraizado en Dios y que nos  lleva  ha hacer lo mismo que sabemos Dios hace con  todos y cada uno de nosotros. El "perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos" nos ayuda a entender lo que venimos diciendo. 



 La Iglesia posee en su interior un dinamismo que la hace distinta y que le está poniendo continuamente en situación de reflexión y  crítica hacia  dentro de ella misma, otra cosa es que lo haga.  Si no quiere perder identidad y fuerza, aún queriendo y estando en el servicio de Dios, no puede dejar de mirar a su alrededor y preguntarse donde encontar a ese  Dios a quien quiere servir. Es decir, salir de ella misma y  atreverse a dejarse cuestionar, sin miedo, por lo que vive y desde donde vive y donde está situado el hombre  de hoy.
Feliz día del Señor.


 
 

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