A lo largo de domingos anteriores hemos visto como han ido desfilando ante Jesús personas que representan los estamentos mas importantes de la sociedad judía de aquel tiempo: sumos sacerdotes, ancianos, herodianos, saduceos..., en esta ocasión son los fariseos los que se acercan al Maestro a preguntarle, pero no con una pregunta sencilla y propia del que quiere saber, es una pregunta para ponerlo aprueba, para ver como piensa, para poder desautorizarle.

La pregunta versa sobre lo primero y principal que debe tener el hombre en cuenta con respecto a Dios: "¿ Cuál es el mandamiento principal de la Ley ?".
Parece una pregunta de niño, pero tiene su retranca pues de como responda va a depender que ellos le puedan acusar o no. Y, no solo de como responda, sino de donde ponga los acentos: si se queda solo en Dios y olvida al hombre o al revés.
Si se queda solo en Dios y olvida al hombre, está despreciando a los profetas y sus enseñanzas y los mandamientos del Sinaí
Si por el contrario se queda solo en el hombre, claramente desprecia a Dios, que es lo que ellos piensan que hace Jesús, no teniendo en cuenta la ley de no trabajar en sábado y otras.
Ellos le pregutan por el mandamiento principal de la Ley y Jesús les responde con el primero y el segundo que es tan importante, dice, como el primero. De esa forma se sitúa ante ellos y ante la gente.
A Dios se le adora y sirve en el servicio al hombre y al hombre se le sirve y reconoce desde Dios, en Dios.
Dios no es el hombre ni el hombre es Dios, pero Dios sí que se hace hombre y el hombre es imagen en ascenso de Dios.
Desde este situarse Jesús, podemos comprender que se derivan cosas muy importantes para nuestra vida como Cristianos, es decir, como seguidores suyos y por ende, para la Iglesia. Podemos entender que las Bienaventuranzas no son mera filantropía, sino que están motivadas por un amor mas profundo que los cristianos hemos experimentados y estamos llamados a vivir y a anunciar, enraizado en Dios y que nos lleva ha hacer lo mismo que sabemos Dios hace con todos y cada uno de nosotros. El "perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos" nos ayuda a entender lo que venimos diciendo.
La Iglesia posee en su interior un dinamismo que la hace distinta y que le está poniendo continuamente en situación de reflexión y crítica hacia dentro de ella misma, otra cosa es que lo haga. Si no quiere perder identidad y fuerza, aún queriendo y estando en el servicio de Dios, no puede dejar de mirar a su alrededor y preguntarse donde encontar a ese Dios a quien quiere servir. Es decir, salir de ella misma y atreverse a dejarse cuestionar, sin miedo, por lo que vive y desde donde vive y donde está situado el hombre de hoy.
Feliz día del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario