DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
UNA BODA CON SORPRESA
El texto del evangelio de esta semana nos habla de un rey que celebra la boda de su hijo para lo cual envía criados a avisar a los convidados, pero hete aquí que, ninguno de ellos, aún sabiéndolo de antemano, acudió a la fiesta. ¡¡Menudo chasco!! No obstante la boda no va a dejar de celebrarse, faltaría mas.
Está todo a punto, faltan los convidados. Vallan a los caminos e inviten a todo el que encuentren, dice a sus criados, así se hizo y se lleno la sala de comensales.
El asunto no termina ahí, sino que nuestro rey paseando por entre los comensales descubre que hay uno que no se ha puesto traje de boda. Hombre, encima de que te invito no te preocupas de venir con ropa mas o menos adecuada?. Esto ya es mucho. Llama a los criados y manda que le pongan en la calle.
De esta forma advierte Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo y a los nuevos invitados. De esta forma les habla del Reino de los cielos.
Los primeros invitados, digamos que por derecho propio, no acuden pero además se portaron muy mal despreciando la invitación o cometiendo desafueros y derramando sangre. El rey llega a la convicción de que no se lo merecían. Este desprecio no va a impedir que se celebre el festín. Se invita a otro comensales que si acuden
Pero hete aquí que no es suficiente acudir a la invitación, hay que acudir
con traje digno y esto es para los nuevos invitados.
La moraleja: " Muchos son los llamados y pocos los escogidos"
Esto nos hace pensar que la invitación de Dios puede ser rechazada, por supuesto que sí, e incluso tomada como un insulto que nos lleve a comportarnos de forma violenta y cruel con los que nos recuerdan nuestro derecho de poder acudir al festín.
También no hace entender que, aún acudiendo, hemos de hacerlo con dignidad, el traje de fiesta, no podemos presentarnos de cualquier modo
Tan mal está lo primero - no acudir-, como lo segundo - acudir sin traje adecuado-
Jesús nos dice, que Dios prepara un festín para los suyos y que hemos de ser merecedores de acudir a el.
La Iglesia, como los criados de la parábola, ha de recordar la invitación a esa fiesta, ha de ponerse en camino aún arriesgando su vida, para cumplir el deseo de su Señor: Invitar a todos a la fiesta.
La respuesta está en manos de los que reciben la invitación.
Feliz día del Señor.
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