Por María Sánchez
La vida es como un juego de azar. Un día nos encontramos
amparados por la diosa fortuna para al siguiente comprobar, no sin
dolor, como ésta nos ha vuelto la espalda dejando nuestra vida
totalmente destrozada. No son pocas las personas que, de la noche a
la mañana, se han visto despojadas de todos sus vienes sintiendo que
el mundo se derribaba a sus pies.
Lo que antes era lujo se convierte en necesidad, lo que por
capricho se desechaba hoy se busca desesperadamente. No han pasado
muchos años cuando veíamos todo tipo de enseres abandonados en la
basura o tirados en los barrancos, sin embargo ahora se les saca el
jugo todo lo que se puede hasta que ya no da más de sí y terminan
en los contenedores de basura.
No es motivo de alegría ver la circunstancia por la que están
pasando muchas personas incluidos, y esto es lo más tristes, niños
que pasan literalmente hambre. Sin embargo y, como dice el refrán,
“no hay mal que por bien no venga” y esta situación ha hecho que
aquella personas que sólo compraban las marcas más conocidas,
siendo además las de coste más alto, han tenido que acostumbrarse a
comer lo que se les da en los diferentes centros de caritas, AA.VV,
familia e incluso amigos.
Esto les servirá de lección a más de uno que no comían un
yogurt por haber pasado un día de caducidad, que tiraban el pan del
día anterior o que consideraban que la carne congelada era de peor
calidad. La leche que tomaban en su casa era la de ese señor con
nombre famoso.
Sin embargo en la actualidad, esas mismas personas ya no miran las
fechas con lupa, ni desprecian un producto del que jamás conocieron
su nombre. Toman la leche que les ponen en las manos, recibiéndola
como una bendición del cielo. Como digo en el titular la caridad
existe y es, gracias a ella, por lo que tantos y tantos no se van a
la cama con el estómago vacío. Para los centros referidos
anteriormente, no siempre resulta fácil lograr llenar unas bolsas de
comida con las que ayudar al más necesitado.
Se recurre a todo tipo de estrategias para lograr el fin deseado.
Desde rifas a excursiones, ventas de manualidades, bingos solidarios,
cenas, donde para acudir a ellas aparte de la cuota, aportas un kilo
de comida. Las personas que dedican su tiempo y su vida a ayudar al
prójimo, merecen el mayor de los elogios ya que todo lo hacen por
los más desfavorecidos sin esperar nada a cambio y sí recibiendo en
ocasiones insultos y vejaciones que, aunque pueda parecer una burda
patraña por mi parte es la cruel realidad, pues conozco a muchas de
ellas que renuncian a otros placeres de la vida para estar y hacer lo
que pueden por sus hermanos recibiendo a cambio de su ayuda palabras
desagradables.A la hora de ayudar no se mira al que un día fue rico
y hoy carece de lo más esencial. No se le reprocha que cuando podía
ayudar no lo hizo, sencillamente se procura darle aquello de lo que
carece. No nos paremos a señalarles con el dedo y mucho menos a
condenarles. Simplemente que nos sirva a todos de lección
y no olvidemos este otro dicho sentencioso, “Más alta es la
palmera y el suelo vino a barrer”. Sólo deseo que la solidaridad
no muera, que no dé un paso atrás. Pido a las personas que, de un
modo u otro, puedan aportar un granito de arena que lo haga para,
entre todos, hacer una enorme montaña de amor al prójimo.
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