sábado, 26 de octubre de 2013

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO . CICLO C.

 UNA LLAMADA DE ATENCIÓN
 Los que se tienen por justos, los que piensan que ellos son los únicos que lo hacen todo bien, los que  sólo se fijan en los defectos de los demás y piensan que ellos ya han hecho todo camino y los otros son los que andan en el error, todos esos, encuentran hoy en la enseñanza de Jesús una llamada de atención a la sencillez a la humildad y sobre todo a mirarse a sí mismos y descubrir, si son capaces, de que ellos son de carne y  huesos como todos los demás y que también cargan con una mochila  en donde tratan de ocultar los defectos para que nadie los conozca.


 Pero hete aquí que, mas tarde o mas temprano, esos defectos saldrán a la luz y entonces la vergüenza y a veces el escarnio, será mas  duro porque ya no pueden presumir de lo que antes presumían,  porque  ya no van a poder usar  el arma del orgullo y el poder frente a los otros que tratan de vivir con sencillez  esforzándose cada día por se un poco mejores, reconociendo la necesidad de ayuda para superarse, mostrándose tal cual  son.
 En la parábola de hoy  se nos habla de dos hombres. Ambos necesitan cambiar. La diferencia es que uno reconoce la  necesidad de este cambio y el otro no, e inclusive, se atreve a  mostrase ante Dios mejor que los demás , porque es que el lo hace todo bien.
 Desplaza y se niega,  pensando de esta forma, a la acción de Dios en su vida  colocándola en su sola voluntad. Da gracias , pero no porque Dios le haya hecho bueno, sino porque yo he conseguido ser bueno sin la ayuda de nadie: lo hace todo  bien.
Termina Jesús su enseñanza diciendo que uno vuelve a casa justificado y en paz  pero el otro no, el otro vuelve a su casa con el miedo en el cuerpo de llegar a se pillado en un  fallo el día menos pensado. No se fía  ni de si mismo y en el fondo desprecia la acción salvadora de Dios en su vida. Piensa que la salvación es cosas suya y solo suya y no  un don de Dios para aquellos que, con sencillez y sinceridad, se postran en su presencia.  Es bueno, nos viene bien reconocernos pecadores, porque lo somos, y pedir la misericordia de Aquel que solo la puede dar. 

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